
"Lo habitual es que los nombres propios estén exentos de la obligación de significar algo. si aparecen referidos a seres, no dicen nada de ellos. Existen excepciones a esta regla. Le ParK es un parque, si bien un parque distinto a los demás. Hay muchas clases de parques: para plantas, para animales, para hombres, parques de empresa, destinados a vehículos e incluso a aparatos averiados, parques de ocio, de encarcelamiento, de estacionamiento, de espacios protegidos. Le Park es eso y más. La K mayúscula subraya su singularidad absoluta."
Hay libros que nos cuesta explicar, que son diferentes, llamativos, incluso extraños. y esos libros muchas veces exhiben sus rarezas ya desde sus títulos y cubiertas. Eso sucede con el libro que hoy traigo a mi estantería virtual. Hoy traigo, Le ParK.
Antes de hablar de Le ParK lo haremos del narrador que nos lo cuenta, porque este libro no es más (como si eso fuera poco) que la crónica o relato de un periodista sobre un parque que está causando una verdadera revolución en la población mundial. Un periodista que relata cada parte con aparente frialdad, nos cuenta lo que otros sienten, no él, lo que otros intentaron, nunca él, el nos lo cuenta cínicamente, hipócrita, como si no le importara. Sin embargo pronto nos vamos a dar cuenta de que no es tan objetivo como nos dice, y también de que nosotros nos hemos ido poco a poco implicando en la lectura.
Ahora vamos con el eje de esta novela cuya sinopsis no puedo poner puesto que carece de trama como tal: el parque. Situado en una isla, con un precio absolutamente escandaloso, Le ParK ofrece dentro de sus límites una espectáculo permanente que combina todos los parques del mundo. Poco importa si son zoos, atracciones, castigos, torturas o casinos: todos están allí entre miles de figurantes que pasean entre los contados visitantes que pueden atravesar sus puertas día a día. Se habla de dístopías, ucronías, fábulas literarias con cerdos en lugar de personas y, en este caso Bégout da un paso más. Nos muestra de lo que el hombre es capaz. La fascinación por lo que parece prohibido, por aquello a lo que no llegamos, y poco importa si es mirar a un accidentado mientras vamos conduciendo o contemplar como cae la noche y se despiertan bestias salvajes que nos han dicho pueden atacarnos.
En palabras del propio autor, Le ParK es "como Disneylandia transformada por el Marqués de Sade" y no le falta razón cuando la atracción se mezcla con el peligro y el horror y sigue siendo atracción, o sigue resultando atractiva, hasta casi adictiva como lo puede ser una montaña rusa de esas que consiguen hacer despegar la adrenalina de sus nerviosos ocupantes.
Os decía que no tiene argumento en sí, no es algo que le suceda a un visitante o una familia, ni siquiera lo personaliza en periodista/narrador. Y eso hace que adquiera una dimensión más real, como una noticia que nos contaran en un informativo, en la radio o en la prensa. Casi como si fuera el avance lógico de una sociedad que demuestra tener pocos escrúpulos con el sufrimiento ajeno y que se va desgastando de forma constante, se degrada... y quien nos dice que esta crónica no puede llegar a formar parte de uno de esos textos de anticipación. Sinceramente, espero que no.
Le ParK ha resultado una lectura francamente interesante, que proporciona momentos de reflexión e interesantes conversaciones. Y también que empecemos a mirar disimuladamente determinadas actitudes de nuestro entorno. Porque a fin de cuentas, ¿no tiene algo de morbosa la sociedad en la que vivimos?
Gracias
