Revista África

Lecciones africanas de democracia

Por En Clave De África

(JCR)
No suele ser el mes de agosto un periodo de tiempo pródigo en noticias internacionales de calado, y en cualquier caso por lo que se refiere al continente africano ya tenemos bastante con lo que nos llega a diario de Egipto, que no necesito explicar porque ni soy especialista en el mundo árabe ni tampoco iba a añadir nada nuevo sobre lo que ya conocemos. Durante este mes de agosto han ocurrido en África algunas cosas muy dignas de mención y una de ellas es la reciente elección presidencial de Malí, en la que ganó –en segunda vuelta- el candidato Ibrahim Bouakar Keita.

Una de las cosas que me llamó la atención fue que el mismo día en que la comisión electoral maliense hacía público el resultado final, el 12 de agosto, el candidato derrotado, Soumaila Cisse, se acercó a saludar a su contrincante en su propio domicilio y le felicitó por haber ganado las elecciones. Alguno pensará que, con tantos casos de violencia ligada a la política en África, se trata de un caso raro. Es cierto que en África hay dinosaurios que se aferran al poder por todos los medios, como ocurre con Mugabe, Obiang o Museveni, y que habido casos de violencia post-electoral que han degenerado en cuasi-guerras civiles, como ocurrió en R D Congo en 2006, en Kenia a finales de 2007 y en Costa de Marfil en 2010. A pesar de todo, yo me inclino a pensar que en este terreno hay bastantes casos recientes en los que son los africanos los que tienen muchas lecciones que darnos a los occidentales, especialmente a los españoles que parece que tenemos la crispación en los genes y donde las campañas políticas suelen estar más dominadas por un esfuerzo de ridiculizar y descalificar al oponente que por un ejercicio de exponer lo que se pretende llevar a cabo desde el poder.

En África no han abundado precisamente los regímenes democráticos. Los únicos tres países que han gozado de una verdadera tradición de respeto a la alternancia en el poder han sido Botsuana, Senegal y Cabo Verde. Pero cada vez hay más casos de otras naciones africanas están resultando modélicas en este sentido. Empieza a resultar común ver elecciones que, a pesar de algunas imperfecciones, se realizan de forma limpia y donde el candidato derrotado felicita al ganador. Así ocurrió en Ghana en 2008, cuando el perdedor Nana Afuko-Addo felicitó al ganador John Ataa Mills, que ganó por poco margen. No ocurrió así cuatro años después, en 2012, cuando al perder de nuevo las elecciones no reconoció el resultado, pero sin que la sangre llegar al río. Afuko-Addo recurrió en esta ocasión al tribunal supremo de Ghana, quien ratificó el resultado oficial.

Otro caso digno de mención es el de Níger, donde durante las elecciones de 2011 el antiguo primer ministro Seïni Oumarou reconoció su derrota ante su eterno rival Mahamadou Issoufou, ante quien presentó “su sincera felicitación y sus mejores deseos de éxito”. También el año pasado ocurrió lo mismo en Senegal, donde a pesar de que la campaña electoral estuvo a punto de desbarrar hacia la violencia y la intransigencia por parte del presidente Abdoulaye Wade, el anciano dirigente felicitó el 25 de marzo de 2012 a su rival Macky Sall cuando éste ganó las elecciones.

Terminemos citando dos casos más relativamente recientes: el del presidente saliente de Zambia, Ruphia Banda, que llamó a sus seguidores a la calma y a aceptar el resultado de las elecciones el 23 de septiembre de 2011, en las que fue derrotado por el jefe de la oposición, Michael Sata. También en Sierra Leona, el exmilitar Julius Maada Bio, reconoció la reelección de Ernest Koroma. A pesar de las reservas que expresó sobre las cifras de los resultados zanjó el asunto al decir que “la posición del presidente Koroma no está sujeta a discusión”, una declaración que –según expresó- tenía como finalidad calmar los ánimos “en aras del desarrollo, la democracia y la paz en Sierra Leona”.

La democracia no se crea por generación espontánea en una sociedad, y supone la existencia de un sustrato social en el que se valore la dignidad humana y la pluralidad. A pesar de la existencia de dictadores y golpistas militares en multitud de países africanos, en muchas de estas sociedades han existido tradiciones sanas de conseguir acuerdos por consenso. También durante las dos últimas décadas se han desarrollado mucho fenómenos sociales como la emergencia de multitud de organizaciones de la sociedad civil y de una clase media compuesta por personas cada vez más informadas, más conscientes de sus derechos y que reclaman a sus dirigentes más responsabilidad y transparencia a la hora de hacer política. Así que bienvenida sea esta costumbre de reconocer la propia derrota al final de unas elecciones y felicitar al ganador. Es uno de los signos más llamativos de que muchas cosas en África están cambiando para bien y que se trata de una tendencia que parece que va a seguir en alza.


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