Es increíble lo bien que me tratan los usuarios de wordpress. Qué comentarios tan generosos, qué piropos tan salidos del corazón, qué aplausos tan cálidos me brindan… no sé cómo será en otros blogs porque lamentablemente entro en muy pocos, pero aquí es emocionante. Ya sé que también hay una parte de ser cariñoso porque sí, porque así lo demanda el medio y así es el tipo de comunicación que se establece entre los participantes de los blogs: cariñosa, afable, condescendiente, evitando discusiones, etc. pero muchas veces los comentarios trascienden ese tratamiento estándar y me dedican frases con mucho ingenio y mucho cariño, frases salidas desde lo más profundo del alma que me emocionan de verdad y me hacen sentir querido.
Es de locos. Sentirse querido por gente totalmente desconocida.
Pero así es, lo confieso. Claro que también puede ser que estén exagerando con el loable propósito de hacerme sentir bien, pero no me importa porque lo consiguen y, al final, de eso se trata. Lo malo es que dicen que el piropo debilita y yo no me puedo permitir el lujo de ser más débil de lo que ya soy, pero en fin, trataré de asimilar esos piropos y esas frases cariñosas sin creérmelas del todo para no sucumbir ante los dioses del mal, cuyo único propósito es amargarme la vida. Luego están los dioses del bien, por supuesto, cuyo único propósito es impedir que se salgan con la suya sus odiosos archi enemigos, lo malo es que están peor entrenados, son menos peligrosos y mucho más bobos. En esas condiciones está claro quién gana cada batalla.
El caso es que quería enviar un cariñoso y afectuoso saludo y toda mi gratitud a todos esos seguidores que dedican unos minutos a lanzarme frases de apoyo. Logran que me lleguen sin caer en lo cursi y como los comentarios son públicos cualquiera lo puede comprobar. Para mí, esto demuestra que han sabido entender muy bien de qué estamos hablando aquí y en qué términos o hacemos: no nos dedicamos a lamernos las heridas, para nada. Muy al contrario, si podemos, hurgamos con una navajita a ver si sale más pus. Desde aquí no pretendo dar lástima a nadie, ni lecciones de vida, ni de canto, ni nada de eso.
Yo solo quiero gritar.
Gritar en un lugar donde no haya nadie durmiendo la siesta y no moleste mi grito, gritar sin voz para solidarizarme con los que no tienen voz, gritar sin miedo para intentar ser uno de esos que no tienen miedo, gritar sin más, por el placer que dan los gritos propios, gritar para que la rabia no se acumule y forme una pelota imposible de expulsar, para que el dolor no se apodere definitivamente de mis sentidos y para que la locura no se lleve lo poco de cuerdo que me va quedando, gritar de amor, gritar donde aún quede alguien dispuesto a oír mis verdades, gritar por gritar, porque me hace bien y porque no tengo el dinero suficiente como para comprarme un barco y navegar hasta el fin del mundo a lanzar alaridos.
Si no, aquí iba a estar yo. ¡Ja!