Lecciones de nuestros hijos

Cuando nos convertimos en madres hemos de asumir un rol de educadoras, controladoras, dirigidoras y otros para intentar que nuestros hijos sean felices pero también personas buenas y educadas. La entrada de hoy es una pequeña confesión. En este nuevo rol, a veces podemos pensar que sabemos más que nuestros hijos y recurrimos al fácil "porque lo digo yo". Pero hoy me he dado cuenta que no tengo la verdad absoluta respecto de mis hijos ni siempre hago las cosas como debiera. Será porque llevo unos días en luna-negativa o que mis hijos me hacen una detrás de otra o que, mejor dicho, yo sólo veo más lo malo que lo bueno. La cuestión es que después de una retaíla de riñas, castigos y "no hagas esto", "pórtate bien", "no pegues a tu hermana" y un largo etcétera de reprimendas, mi hijo se ha puesto a llorar desconsoladamente y me ha espetado: "¿Por qué siempre me dices lo que hago mal? ¿Qué no hago cosas bien o qué?"Como si me hubieran dado un bofetón de esos que antiguamente decían "bien dado". Mira que he leído de veces aquello de reforzar las actitudes positivas y corregir las negativas. Pues la primera parte se ve que últimamente se me ha olvidado. Una vez más me doy cuenta que mi actitud, mi estado de ánimo, influye en grado superlativo en el día a día de mis hijos. Y no es una excusa. Es más bien un decir en voz alta "qué rabia me da ser tan necia". Ya en la cama le he dicho que se había portado súper bien con su amiguito que ha venido esta tarde a jugar (el amiguito también se ha portado súper bien, su mamá ya lo sabe). La cara le ha cambiado. "¿Sí, mamá? Sí, me he portado bien aunque algunas veces me equivoco". Ahí está la respuesta. No machaquemos a nuestros hijos. Ellos son más inteligentes de lo que nos pensamos y si reforzamos los hechos positivos ellos mismos querrán corregir los negativos. Lo escribo para a ver si se me mete de una vez por todas en la neurona y se me queda grabado a fuego.