En los distintos seminarios que imparto sobre liderazgo, a la pregunta de qué características debe tener un líder las más frecuentes son: honrado, digno de confianza, ejemplar, pendiente de los demás, comprometido, atento, exige responsabilidad a la gente, trata a la gente con respeto, anima a la gente, actitud positiva, entusiasta, aprecia a la gente...
Previamente les he hecho la siguiente pregunta: ¿Puede cualquiera ser un líder?
Lo más habitual es que digan que no, que un líder nace, no se hace. Cuando les hago reflexionar sobre dónde hay que nacer, qué estudios hay que haber realizado, que sexo hay que tener o de qué raza hay que haber nacido para tener las características que previamente han dicho, con naturalidad responden "da igual".
Lo cual les enfrenta con el primer paradigma que hay que romper. Todos, absolutamente todos, podemos ser líderes. Es una cuestión de actitud, constancia y esfuerzo en mejorar, porque todos podemos progresar en los hábitos expuestos.
Sin embargo, nadie dice la esencia del liderazgo, la característica primordial: "el servicio a los demás". Sin ello, no hay liderazgo. Podrá existir una buena jefatura, con poder y autoridad, pero no con liderazgo.
Y ahí es donde el concepto que teníamos de líder va cambiando. Aquellos que antes habíamos pensado como líderes de nuestra vida los vamos sustituyendo por los que de verdad han tenido un servicio abnegado y voluntario hacia nosotros.
Viene esto al caso porque en fechas recientes dimos todos los hijos, cuñadas y nietos una fiesta sorpresa a nuestra madre en su 80 cumpleaños. Y mirándola a sus ojos llorosos por la sorpresa, una vez más me di cuenta que ella tenía todas las cualidades que al principio del artículo describí, y por encima de ellas el servicio a su familia.
Decía San Francisco de Asís "recuerda que cuando abandones esta tierra no podrás llevarte contigo nada de lo que has recibido, sólo lo que has dado". Estoy seguro que ella tendrá que llevar muchas maletas cuando eso suceda.
Hay otra pregunta que también me gusta hacer a mis alumnos: ¿Cuál es la mejor tortilla de patatas que has comido?
Tengo la satisfacción de contar por miles en mis 25 años de experiencia en la formación la gente que ha pasado por mis aulas. Todos, sin excepción, responden: "la de mi madre". Y les explico el porqué de su respuesta. No es lo mismo cocinar, que cocinar con amor. Las cosas saben distintas. Y les animo: no es lo mismo trabajar que trabajar con amor. Las horas también pasan distintas.
P.D. En una encuesta reciente de un conocido medio de opinión, se hizo a más de 20.000 personas la siguiente pregunta: ¿Quiere usted a su madre?. El 93% dijo que sí. Luego se les preguntó ¿Le ha dicho usted a su madre en esta semana que la quiere? Más del 90% dijo que no.
Haga lo siguiente: Deje de leer, descuelgue el teléfono, llame a su madre y simplemente dígale "Mamá, te quiero".
Es posible que piense que necesita dinero, que ha tenido un accidente o que nuevamente le va a endosar a sus hijos. Dígale que no. Que simplemente tenía ganas de decir lo que siente.
Fuente: José Pomares.
C. Marco