Revista Infancia

Lecciones que nos da la Vida: Por qué los niños necesitan límites

Por Carlos Carlos L, Marco Ortega @carlosmarco22
Lecciones que nos da la Vida: Por qué los niños necesitan límites
Al nacer el bebé observa primero el mundo desde la seguridad del regazo de sus padres, más tarde comienza a ponerse, poco a poco, en movimiento, empezando a sentir curiosidad por conocer el basto mundo. Todo es enorme, excitante, lleno de misterio, y también un poco angustioso. Es necesario que los padres se queden en segundo plano y que le ofrezcan apoyo.
Como el mundo es muy grande a los ojos del pequeño, éste necesita disponer de unas marcas orientativas que le acompañen en sus paseos en busca de nuevas experiencias. Necesitan que el adulto le marque el camino cuando no sepan seguir, le den ánimos cuando vacile, lo elogien cuando alcanza algún objetivo deseado y lo cojan al vuelo cuando va por camino equivocado. Si está en peligro los padres gritan: “¡Para!”, y le explican el porqué de esa limitación.
A modo de ejemplo: Un niño de cinco años que sube por una escalera de tijera. La madre le llama, lo coge y le explica el peligro que dicha acción supone para su integridad.
Independientemente de la edad, el niño desea tener un modelo de conducta que le permita orientarse. De todos modos, el niño se opone contra un corsé demasiado rígido que le imponen con fuerza. No desea estar limitado; precisa de espacio suficiente para experimentar y jugar, una libertad que le haga sentirse feliz y seguir desarrollándose. S un niño, se de la edad que sea, continuamente tropieza contra un muro, al final dejará de plantear preguntas y de investigar; de este modo se atrofia su curiosidad.
Y aún más: si los padres establecen demasiadas normas de comportamiento del tipo: "¡Deja eso, es demasiado peligroso!", o "Haz esto inmediatamente", las demandas o prohibiciones individuales dejan de surtir efecto.
Aunque las pautas de comportamiento sirven para regular la vida en sociedad, también pueden ser cuestionadas. Los niños desean poner a prueba los límites. Durante la edad del "no" y la pubertad disfrutan especialmente verificando la consistencia de los mandatos de los padres.
Los hijos no quieren ni deben ser sólo buenos y obedientes. No les hace ningún bien obedecer siempre, resignarse y considerar a los adultos como autoridades omniscientes. Antes bien. Para poder desarrollarse como seres autónomos y seguros de sí mismos es mejor que investiguen lo que pretenden los adultos; que aprendan a plantear preguntas críticas y que no se limiten a ser testarudos ante las pretensiones de los padres: "¿Por qué no puedo quedarme en casa de mi amigo?". O bien: "¿Por qué no puedo ver la televisión primero y luego hacer los deberes?".
De esta forma el niño, no sólo va aprendiendo de forma progresiva a cuestionar las normas de juego de su casa, sino que va formándose una opinión propia y aprende a defenderla: “¿Por qué tengo que llegar puntual a casa?”. O bien; “¿Por qué no me puedo teñir el pelo de azul? Si es el mío y no el vuestro”.
Los chicos y chicas se dan cuenta muy rápido que todas las normas no se dictan por su bien. Algunas sólo son fruto del estado de ánimo o tienen la finalidad de reafirmar la autoridad de los padres. Tanto mejor que aprendan pronto a oponer resistencia y a defenderse contra ellas y se atrevan a decir las cosas por su nombre: “¿Así que tengo que aprender a tocar un instrumento porque os gusta a vosotros y no porque a mí me guste la música.
Los límites que ponen los padres no sólo serán verificados, en cuanto a coherencia y adecuación, sino que serán rechazados simple y llanamente: “Vuestras normas no son las mías”. ¿Yo hago lo que quiero!
Consecuencia: lágrimas y discusiones sin fin, un proceso de aprendizaje importante tanto para padres como para hijos. Estas polémicas ayudan al niño a volverse independiente. Además, aprende con la práctica que el hecho de no respetar los pactos lleva implícito unas consecuencias: “Si llego tarde no podré salir otro día”. Etc.
Todos los niños deben excederse de vez en cuando, enfadarse con los padres, incluso sacarles de quicio para saber cómo se comportan los adultos y cuáles son los modelos que imperan en el mundo donde se desarrollan. “¿Cómo reaccionan mis padres cuando digo tacos que ellos consideran tabú?” o “¿Se enfadan cuando no hago los que me encargan o les da los mismo?”.
A los niños no les gusta estar mimados y vivir entre algodones y hacer sólo lo que se les dice. Independiente mente de la edad un niño se sentirá seguro y bien equilibrado si los adultos le hacen también frente con firmeza y le dicen: “¡Ya no vamos a permitir más que nos tomes el pelo y hagas siempre lo que quieras!” (y se cumple). De esta forma el niño aprende que su poder y su libertad también tienen unos límites. El no cumplimiento de las normas y el traspaso de los límites permiten al pequeño acumular experiencias valiosas. Aprende a conocer y a clasificar los diversos patrones de comportamiento y compararlos con los de otras personas. La emoción de este juego de aprendizaje disminuye cuando los adultos persisten (aunque no de forma testaruda e intransigente) en el mantenimiento de las normas acordadas con el pequeño.
Todo niño desea tener unos padres que saben qué hacer y lo que puede ser permitido, y saben también transmitir esa seguridad. Por ejemplo: imaginemos a un niño de unos 9 años que se niega a tomar una medicina para una infección. Los padres insisten con firmeza en el asunto: "En este tema no caben discusiones. Tienes que tomar la medicina y basta. ¡Es lo que te va a curar!". A pesar de su rechazo, el niño acaba aceptando la autoridad de sus padres, que tienen más experiencia en el tema.. Si los adultos se sientes seguros, los niños captan este estado de serenidad y se sienten ellos más seguros.
Todo niño desea tener unos padres predecibles y dignos de confianza y que también se toman en serio las normas acordadas. Por ejemplo: Una niña de 6 años que no tiene ganar de ir al colegio . La madre o el padre, no obstante, insiste en que vaya y a la vez le promete: "Puedes estar tranquila, te iré a buscar puntualmente". Es, entonces, muy importante ir a la hora acordada.
El niño acaba viendo con el tiempo y con la experiencia que no todas las reglas, órdenes o prohibiciones son pesadas, arbitrarias o superfluas. "Yo no puedo hacer sólo lo que yo quiero. ¿No existe la libertad total de la mañana a la noche".
Los límites son medios de ayuda, pilares importantes para limitar el terreno de juego, para que el niño pueda moverse en él de una forma segura y protegida
Si queréis profundizar más sobre este tema, os recomiendo un libro de Cornelia Nitsch y Cornelia Von Schelling, publicado en 1998 en Médici cuyo título es "Límites a los niños. Cuándo y cómo".
Fuente: Rafael L. Lario. Psicólogo.
C. Marco

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