Fíjense ustedes que me ha costado cuatro hijas y un blog darme cuenta de lo politizado, mediatizado y sobretodo radicalizado que está el mundo maternal. Tanto que una no puede por menos que santiguarse con agua bendita antes de lanzarse a la piscina con un triple mortal con tirabuzón. Chof.
Florituras a parte, ayer me llevaba yo las manos a la cabeza al leer en Twitter que la ciudad de Nueva York prohibirá la distribución de leche de fórmula sin prescripción médica. Se deducía de la noticia que corría como la pólvora por los círculos madresféricos que en NY o tiene usted un médico amigo que le recete la leche de fórmula o le toca dar el pecho. Le guste. O no.
No se me alarmen señoras que no es así. Hasta en Estados Unidos queda todavía gente con cordura. Se trata, como bien se explica en la nota de prensa oficial del gobierno de la ciudad de Friends, de una campaña de apoyo y promoción de la lactancia materna a la que voluntariamente se han adscrito varios hospitales de la ciudad. Estos hospitales se comprometen a no administrar fórmula a los bebés a no ser que sea por indicación médica. En otras palabras, lo que se pretende evitar es el llamado biberón fantasma que se administra con tanta soltura en muchos nidos españoles y, por lo que se ve, de todo el mundo. O lo que es lo mismo que nadie podrá endiñarle un biberón a tu bebé en el hospital a no ser que lo recomiende el médico del retoño por razones a ser posible médicas.
Dicho así suena mucho más razonable la cosa. Se comprometen también a no repartir muestras de leche a la ligera eliminándola de los kits de regalo, prohibiendo la distribución promocional de la misma en el recinto hospitalario y restringiendo el acceso al stock de fórmula del hospital al personal sanitario. Esto también parece acorde a la filosofía de apoyar y promocionar la lactancia materna. Vamos que no se promociona la dieta sana regalando donuts a la puerta del colegio. Sin más.
Me he quedado mucho más tranquila. Para qué mentir. Sólo de pensar que una ciudad tan bonita fuera a adoptar medidas tan inútiles como intolerantes me entra una desazón tremenda. Que la leche materna es chachipirulijuanpelotilla lo sabemos casi todas. Que la leche de fórmula es una burda imitación también. Pero no exageremos. La leche de fórmula tiene su lugar, es necesario que exista y, sobretodo, no envenena. O, por lo menos, no es peor que los sugus que tampoco han matado a nadie. Creo.
No seamos cínicos. Igual de importante que la lactancia materna durante los primeros meses o años es una alimentación sana el resto de la vida y no veo yo a nadie haciendo campaña para que prohíban el bollicao o el chorizo de cantimpalo. Ser padre implica tomar muchas decisiones y no siempre la perfecta es la más adecuada. A veces hay que optar por la menos mala o la más razonable teniendo en cuenta las circunstancias particulares de cada uno y los recursos disponibles en cada momento.
Ya que estoy sembrando mi armageddon cibernético digo más: lo peor con lo que podemos alimentar a nuestros hijos es con intolerancia y prejuicios. La vida es muy larga y da muchas vueltas. Se lo digo yo que desde que soy madre no hago más que decir Diego donde dije digo. Qué razón tenía la niña sin nombre, yo también era mucho mejor madre antes de ser madre.
Archivado en: Hipocondría de vivir y otras obsesiones Tagged: Alimentación, Blogosfera, Educación, Hijos, Lactancia, Madres, Madres blogueras, Niños, Padres, Salud