Revista Cultura y Ocio

Leche materna. Edward St. Aubyn

Por Mientrasleo @MientrasleoS
Leche materna. Edward St. Aubyn
     "¿Por qué pretendían matarlo al nacer? Lo mantuvieron despierto durante días, le golpearon una y otra vez la cabeza contra el cuello del útero cerrado; le retorcieron el cordón umbilical alrededor del cuello, estrangulándolo; mordieron el vientre de la madre con unas grandes tijeras frías; le sujetaron la cabeza con unas pinzas quirúrgicas y fueron tirándole del cuello de un lado a otro; lo sacaron de su refugio para golpearlo; lo deslumbraron con luces delante de los ojos y haciendo experimentos; lo separaron de la madre mientras ésta yacía medio muerta sobre la mesa."
     A veces conocemos a un escritor cuando aún no nos ha llegado. Eso me sucedió con St Aubyn, al que conocía por su trilogía Never mind y los premios recibidos pero del que no había leído nada hasta su título Sin palabras. Y decidí bucear. Por eso, hoy traigo a mi estantería virtual, Leche materna.
     Conocemos a Patrick, por ponernos en antecedentes de un personaje recuperado en esta novela. Viene de una familia que tuvo posición y dinero, pasó una mala juventud y lleva consigo una relación desordenada con sus padres. Ahora está, según él mismo, en la crisis de los cuarenta, casado y con dos hijos. Tiene un trabajo que no practica demasiado y una familia con la que tampoco se esfuerza. Mary, su mujer, parece haber renunciado a sí misma para ser madre, como si eso pudiera llenar algún agujero insondable que llevara en su interior. La familia la completa Robert, el hijo mayor, un niño que ve como su padre invierte en él un tiempo escaso en temas infantiles, pero sí que parece procurar moldear su relación y su forma de ver la vida; y Thomas, el pequeño, en su más tierna infancia y dependiente de la madre.
     St. Aubyn nos da en este libro un retrato mordaz, a veces incluso despiadado, de una familia cualquiera. Dando voz a sus diferentes miembros, salvo al hermano pequeño por razones lógicas, vemos la visión que tiene cada uno de ellos de la vida que les ha tocado llevar, y también la sensación constante de estar atrapado en esa vida. Quizás por eso comienza con el recuerdo, entendemos que falso en la realidad pero representativo en la novela, del enfado y desamparo producido en Robert al nacer. Como si el ser humano se sintiera más cómodo cuando se encuentra parcelado, pese a que luche precisamente contra esa sensación. Robert sufre los celos propios de quien siente que ya no es suficiente para sus padres al llegar un hermano, y ofrece una visión de la vida familiar propia de un niño. Muy lograda realmente, dándose importancia e imitando a la niñera. Y con esta primera voz es con la que conocemos a la abuela, la madre de Patrick. Porque Patrick heredará, o no, el dinero de su madre. Y digo o no porque la madre de Patrick, aquejada por esa terrible enfermedad que es el alzheimer, parece que va a renunciar a sus bienes para dárselos a una fundación que sólo quiere de ella su preciada posesión. Y con esta situación, bastante común por desgracia si uno mira las noticias, se completa el cuadro presentado por el autor. nos permite entrar en la mente de Patrick, aquejado de una ira heredada posiblemente de la relación con su padre y trasladada ahora a la lucha contra la decisión de su madre que se tambalea entre sentimientos hacia ella. Y también conocemos a Mary, esa mujer que parece perdida pero que también lleva como lastre unas relaciones con sus progenitores que pareciera querer corregir en sus hijos.  Y así son todas las familias en cuanto rascas un poco, parece querernos decir el autor. y para ello no tiene misericordia alguna a la hora de mostrar sentimientos y frases, hastíos, engaños y dejadez en sus personajes, otorgando, eso sí, con ello a la novela de un sentido del humor incisivo, a ratos incluso corrosivo. Yo todo ellos mientras seguimos las vicisitudes de la herencia, de la relación entre los progenitores y de la visión de todos ellos sin escatimar en juicios de valor hacia cada uno de los miembros de la familia. El autor llega a empujarnos incluso a juzgar al hermano pequeño, un bebé cuando empieza la historia y un niño aún pequeño cuando termina. Nadie escapa a su mirada, y tampoco a nuestro juicio.
     Además de una perfecta construcción de los personajes, lo que me ha llamado más la atención de esta novela es lo bien escrita que está. Consigue St. Aubyn manejar los tonos adecuándolos a cada uno de los narradores sin que nos perdamos en un solo momento entre unos y otros. En definitiva, ha sido un placer volver a las letras de St. Aubyn que, no cabe duda, pienso repetir.
     Y vosotros, ¿sois lectores de un título o repetís cuando un escritor os gusta?
     Gracias.

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