Una de las figuras importantes en una editorial es la del lector profesional, que es esencial para descubrir buenos y prometedores talentos literarios, libros interesantes que pueden triunfar en el mercado, y para fortalecer una novela que se va a publicar con otros puntos de vista.
El lector editorial necesita adaptar su capacidad y criterio a la editorial en la que presta servicios, así como tener en cuenta el público objetivo al que se dirigen sus publicaciones y las necesidades de la editorial. No puede seleccionar una novela porque le guste mucho si no encaja en la línea editorial, debe cumplir unos requisitos de selección y hacerlos cumplir.
El buen lector editorial debe hacer gala de una opinión independiente, tener confianza en sí mismo y en su criterio, contar con un amplio bagaje cultural, equilibrio entre su capacidad crítica y sus gustos personales, ser intuitivo y empatizar con lo que quiere transmitir el autor. Es muy importante que sea un lector asiduo y regular de libros de todo tipo, es decir, un verdadero fan de los libros.
El papel del lector editorial es fundamental porque su criterio es el primer filtro de calidad en una editorial y su informe de lectura es una herramienta clave para eliminar candidatos a ser publicados o para mejorar los puntos débiles de un manuscrito. Actualmente, la figura del lector editorial recae en una proporción desmesurada en mujeres, lo cual no sería un problema si no fuese porque muchas de ellas están aplicando criterios cada vez más feministas a la hora de valorar y cribar manuscritos para su publicación, lo que está teniendo una consecuencia terrible (sobre todo en España, que es donde más se da este fenómeno): novelas con tópicos feministas hasta las solapas y más allá, bastante alejadas de la realidad y cada vez más dentro de lo que es la literatura chick-lit. O sea, casi siempre novelas que no valen nada, destinadas a un público mayoritariamente femenino que cuenta cosas (muy manipuladas) que ellas quieren leer.
Si queremos ver más novelas de calidad y alejadas de esos estereotipos, entonces necesitamos aumentar el número de lectores editoriales masculinos y femeninos con un criterio independiente y objetivo.
Si una editorial busca publicar novelas de calidad, buenos best sellers bien escritos, que entretengan, pero que también aporten algo más, entonces esa editorial debe cuidar la figura del lector profesional para que ese primer filtro funcione.
Por su parte, los lectores editoriales deben tener en cuenta que leer para una editorial es una profesión no una aficción, aunque muchas veces resulte apasionante, y por tanto debe primar una lectura profesional, lejos de prejuicios personales, y debe servir tanto para descartar malos manuscritos o para mejorar aquellos que lo merecen.
El lector editorial debe cuidar mucho su informe de lectura, resaltando los puntos fuertes y débiles del manuscrito, así como exponer sus valoraciones sobre el mismo, la idoneidad de su publicación, el público al que puede ir dirigido y si puede ser aceptada o rechazada su publicación. Todo ello tras una lectura completa y detenida. Actualmente, muy a menudo se decide en las editoriales sobre un manuscrito leyendo únicamente una sinopsis o unas pocas páginas. Un error enorme que está costando perder a grandes escritores o que terminen publicando en pequeñas editoriales o en Amazon.
La pérdida del lector editorial como referente decisivo en la cadena editorial está llevando al panorama literario a la publicación de libros cortados todos por el mismo patrón. Y ya sabemos cuál es.
El lector editorial no puede olvidar nunca que sus informes no deben reflejar sus gustos personales u opiniones, a menos que se los pidan expresamente, y necesitan ajustarse al perfil de la editorial y del tipo de libros que edita. Su criterio y análisis del manuscrito leído deben ser exigentes, tanto para rechazar la publicación como para aceptarla y mejorar todo aquello que se pueda mejorar. Es el primer filtro que se aplica al manuscrito y por ello su lectura debe ser neutra y basada en estándares de calidad.
Una de las tendencias en Estados Unidos es la de utilizar, al menos, dos lectores editoriales para cada manuscrito, un hombre y una mujer, porque cada uno de ellos puede aportar valoraciones muy positivas que se deben tener en cuenta. Sus puntos de vista son muy valiosos para un editor y para un escritor porque permiten lograr un equilibrio esencial para que esa obra literaria alcance el éxito entre los lectores.
Los buenos libros que se publican actualmente se benefician de la buena conexión entre editor, autor y lectores editoriales. Estos nunca deben olvidar que su función no es la de un crítico literario ni la de buscar destacar personalmente, sino que su informe de lectura debe contribuir a las decisiones del editor respecto del manuscrito leído.