Revista Libros
Solemos decir: "Leí tal novela y me gustó" o "No me pareció muy buena". Si uno lo mira fríamente, la lectura de una novela suele ser una acción discontinua, al aire de nuestros estados anímicos y físicos, posibilidades de tiempo, contingencias de todo tipo. Nuestros juicios no pueden obviar esto, y sin embargo tendemos a hacerlos con contundencia, como si hubiéramos leído de un tirón, en el óptimo de los estados personales posibles. En fin. Luego, releemos, o releemos un pasaje, o conversamos con otro lector del mismo libro, y empezamos a detectar las contingencias de nuestra lectura. ¿No es algo muy bueno, conocerse mejor, a hilo de esa actividad tan humana que llamamos lectura?