Revista Cultura y Ocio
La flor roja es el relato de un loco cuerdo, el propio autor: Vsévolod Garshín, que a los 25 años comenzó a padecer un trastorno mental que le condujo a varios hospitales psiquiátricos, aunque eso no le impidiera seguir escribiendo. Como resultado del viaje al interior de una mente enferma y atormentada surgió este relato, angustioso y desesperado, como la angustia y desesperación que vive el protagonista: un enfermo mental obsesionado con las amapolas del jardín del hospital porque cree que contienen el mal que asolará el mundo. A partir de ese momento su existencia se centra en acabar con ellas.
La editorial Nevsky Prospects, que se ha especializado en rescatar clásicos rusos, apostó por publicar un nuevo texto respetando su esencia, gracias a la traducción de Patricia Gonzalo de Jesús, y lo enriqueció con las ilustraciones de Sara Morante en las que predomina el negro, símbolo de la oscuridad mental del personaje, y el rojo brillante, de la propia flor pero es también la tonalidad que se cuela en cualquiera de las ilustraciones proyectando los temores del protagonista.
Cuando Sara Morante le encargaron que ilustrara el texto de Garshin, después de leerlo, supo que tenía que intentar comprender qué pasa por una mente trastornada y acudió a una psiquiatra (ella misma lo cuenta, para escuchar a la ilustradora hacer clic aquí). Tanto le afectó el trabajo que terminó, ella misma, somatizando la labor que realizó. “Terminé con 38º de fiebre -comenta Morante- es un texto en el que te tienes que meter y sufrir” (hacer clic aquí para escuchar el archivo de voz)
La flor roja no es un texto alegre. No es un relato al que recurrir para rellenar un momento ocioso y, sin embargo, sí desprende ternura aunque para percibirla hay que empatizar tanto con el autor como con la situación que vive. Es lectura de riesgo para lectores que no se quedan en la superficialidad.