[…] La dificultad, en efecto, no consistía en tener algo en la cabeza, decía, en la cabeza todos tenían las cosas más inmensas y, de hecho, ininterrumpidamente hasta el final de su vida, las cosas más inmensas, sino que la dificultad estaba en llevar esas cosas inmensas de la cabeza al papel. En la cabeza se podía tener todo y, realmente, todos lo tenían todo en la cabeza, pero sobre el papel casi nadie tenía nada, le dijo Konrad al parecer al inspector de construcción, dice Weiser. Mientras que en las cabezas de los hombres había lo más inmenso, decía, en sus papeles sólo había las cosas más lamentables, más ridículas, más deplorables. […]
Thomas Bernhard, «La Calera»
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