[...] Uno participa en la batalla al mantener vivo lo particular en un mundo simplificador y generalizador. No tienes necesidad de escribir para legitimar el comunismo o el capitalismo; estás al margen de ambos. Si eres escritor, no te alías ni con uno ni con otro. Ves diferencias, sí, y, por supuesto, ves que esta mierda es un poco mejor que aquella mierda, o que aquella mierda es mejor que ésta. Tal vez mucho mejor. Pero ves la mierda. No eres un empleado del gobierno. No eres un militante. No eres un creyente. Eres una persona que se enfrenta de una manera muy diferente al mundo y a lo que sucede en el mundo. El militante presenta la fe, una gran creencia que cambiará el mundo, y el artista presenta un producto que no tiene cabida en este mundo, que es inútil. El artista, el escritor serio, introduce en el mundo algo que ni siquiera estaba ahí al comienzo. Cuando Dios hizo todas las cosas en siete días, las aves, los ríos, los seres humanos, no dedicó ni diez minutos a la literatura. "Y entonces existirá la literatura. A algunos les gustará, a algunos les obsesionará y querrán hacerla..." No, no. Él no dijo eso. Si entonces le hubieras preguntado a Dios: "¿Habrá lampistas?", te habría respondido: "Sí, los habrá, porque habrá casas y serán necesarios los lampistas". "¿Habrá médicos?" "Sí, porque la gente enfermará y necesitará médicos que le receten medicinas." "¿Y literatura?" "¿Literatura? ¿De qué me estás hablando? ¿Para qué sirve eso? ¿Dónde encaja? Por favor, estoy creando un universo, no una universidad. Nada de literatura."
Philip Roth, Me casé con un comunista (traducción de Jordi Fibla)