Suelo aprovechar el verano para realizar alguna lectura extensa: en el pasado fue el Ulises de James Joyce, La montaña mágica de Thomas Mann, Guerra y Paz de Liev Tolstoi… y este año lo estoy dedicando a una relectura: el Quijote de Cervantes, que leí, durante otro verano, hace ya 15 años.
Quizás esta tarde acabe la primera parte. Así que aún falta para una nueva reseña en el blog.
Hoy, domingo, aproveché también para introducir en este espacio una pequeña modificación, que ya llevaba tiempo barruntando: la de incrementar el detalle de las etiquetas, añadiendo el género de la lectura y el país del autor.
Como siempre lo que más he leído desde el último año (hace una semana cumplí un año de blog) han sido novelas, 34; pero me ha sorprendido el número de libros de relatos que han captado mi interés, 19 (respecto al dato del blog, he restado el único relato de El contorno del ojo de Bolaño, que no constituía un libro de relatos).
Otro dato que ya sabía: desde mi viaje a Argentina del verano pasado mi interés por la literatura de este país, que siempre fue grande, ha aumentado, y he leído 20 libros provenientes de allá; frente a 8, por ejemplo, de España.
En unos días me voy de vacaciones a Canarias, a la isla de Tenerife.
Ya estuve allí hace ahora 11 años, como viaje de fin de curso de la universidad. Recuerdo que la isla me gustó bastante, y espero que la grata impresión vuelva a repetirse. Me llevaré el Quijote para leer en la playa.
Por aquellos días del viaje universitario a Tenerife, cuando iba a cumplir 25 años, escribía un libro de poemas, que cuando hablo de mis libros escritos suelo descartar. Supongo que todos los que escribimos tenemos algún libro del que nos avergonzamos; en mi caso es este, llamado Tablero de ajedrez sin figuras, que es un largo lamento por un amor no correspondido, repleto de quejidos, desgarros y otras cursiladas románticas… El libro se divide en tres partes, y la central, formada por tres poemas, está inspirada en aquel viaje a Tenerife. La acabo de releer, y por broma voy a colgar uno de esos poemas, que no contiene demasiados elementos vergonzantes:
DUERMEVELA
Duermevela de las seis de la tarde,
vértigo de imágenes que pasan
deprisa en la semioscuridad
de la habitación solitaria de hotel,
aire helado del Teide cortante
bajo el acuario de penumbra, pequeños
caparazones negros nadando en la ensaladera
metálica como heridas, silencio
del alcohol, pasos afelpados tropiezan
por el pasillo y risas noctámbulas
tras la puerta me desgarran,
me despiertan a su fiebre, su delirio
manchando las paredes hundidas como deseos.