Para los que empezamos a leer a edades muy tempranas y nos faltaba el aliento por no terminar el capítulo antes de poner la mesa. Para los que la noche llegaba demasiado pronto y bajo la sábana seguía la lectura. Para los que la biblioteca del colegio o del instituto se nos quedó pequeña. Para los que éramos castigados sin lectura por no terminar el plato de verdura… Para nosotros los libros cuentan nuestras propias historias.
Son tantos que son demasiados. Si contamos mi voracidad y el número de páginas de un diario de vida a mis 35, se entiende que el número de lecturas representativas es una barbaridad. Pero he seleccionado algunos que han dejado una marca en la página del dietario.
En el 1995 y a mis 14 exigí poder leer Mujercitas de Louisa May Alcott. Recuerdo su lectura como si fuera hoy. Ese verano antes de empezar el instituto fui Jo durante unos días. Disfruté de su locura, su escritura y su lucha. Con él descubrí que era la primera vez, pero no la última, que lloraba pasando unas páginas de papel.
“Acaba de leer este cuento mientras termino el punto de este talón – le dijo Jo alargándole el libro.”
En el 1997 aparecieron Juan Ramón Jiménez y Antonio Machado. Ahí empecé a ser la enamorada de la poesía que soy hoy, con ellos. Con sus antologías supe que ellos me hacían sentir mucho más que cualquier prosa. Descubrí que dentro de esos versos había magia. El cariño hacia estos dos poetas hizo que con los años no dejara de indagar en sus vidas, para saber el porqué de sus estrofas.
Por ello el verano pasado cayeron en mis manos El mundo mago de Elena Medel o Últimas soledades del poeta Antonio Machado- Recuerdos de su hermano José. Y con ellos reviví esos primeros poemas de mi vida.
“Con este gabán que uso y padezco, alegorizo yo algo de lo que llamamos cultura, que a muchos pesa más que abriga…” Antonio Machado.
Igualmente necesité darle más vida a Juan Ramón leyendo los diarios de Zenobiay de Marga.Poetas ellos, que descubrieron el cielo azul ante mis ojos.
“… Y leyéndote… me he sentido vivir… ¡sentir la vida!” Marga Gil Roësset.
El 5 de marzo del 1999 apareció en mi instituto Almudena Grandes. Habíamos leído Malena es un nombre de tango, después del cual yo me zambullí de pleno en su mundo. Fue abrir la primera página de Atlas de geografía humana y encontrar unos versos de Gil de Biedma. Una nueva aparición para mí. Leer siempre era un suma y sigue. Abrir un libro era una caja de sorpresas. Almudena puso voz a tantos pensamientos entonces...
“Ningún traidor ha sido pagado jamás con un beso más dulce que el que recibí yo, aquella mañana”.
En 2001, en plena fiebre universitaria y entre libros de economía, apareció en mi vida Con mi madre. Aunque había leído otros libros de Soledad Puértolas, sintiéndola cercana por tantas cosas, fue este el que me dejó tiritando. El que me hizo unirme a lo que ella escribiera para siempre. Su descripción del duelo me hizo estremecer y pensar que nadie escribiría nada similar por una madre jamás. “Mi madre ha muerto. La vida no se ha detenido. Las lágrimas no detienen la vida.”
Durante esos años, rondando el 2004, me adentré en el mundo del cómic. Descubrí otra forma de expresar la poesía, sin versos, en viñetas que evocaban el mismo sentimiento que toda la prosa ya leída. Blankets me abrió un nuevo mundo a la ilustración y de ahí no paró mi necesidad. En 2009, empezando de nuevo a vivir, y tras haber leído varios libros de José Luis Sampedro, encontré en una librería de viejo La sonrisa etrusca. Cómo resistirse a la historia del nonno cuando Sampedro ya había hecho de las suyas conmigo. Cuando La senda del Drago ya me había hecho viajar…
“¿Tienen ustedes historias de sirenas?”
En 2015 apareció Milena Busquets para contarme que ella también podía despedir a su madre como hizo Soledad. Que ella también podía escribir de amor, de dolor, de pasión, de seducción y de miedo. Sí, ella también le puso palabras a todo eso por mí. A todo con También esto pasará.
“La fuerza física de los hombres sólo debería servir para darnos placer, para estrujarnos hasta que no quede ni una gota de pena ni de miedo en nuestro interior.”
Ese mismo año cayeron dos bombas literarias más. Jhumpa Lahiri me emocionó con su Intérprete de emociones. Desgarrándola a una por dentro con sus historias. Añadiéndole el comino, la cúrcuma o el jengibre a tantos sentimientos.
“Esa noche, cuando fui al baño me contenté con fingir que me cepillaba los dientes, con miedo a que si me los cepillaba de veras, mi rezo de algún modo se perdiera en el enjuague.”
Amante voraz de la poesía como yo, no podía terminar sin quien ha vuelto a emocionarme con ella. Aparecieron unos versos en una revista literaria. Decían así:
Y yo era sol y el sol era buenoy yo era de las nubes y del mary así estaba bien. Y tú eras el acero y la montañay el tiempo consumido y el futuro.
Y yo era de las muelas bucanerasy de los huesos rotos y del parchedel ojo vago y tú eras de las nochescuando se iba la luz; la vela amable y milagrosa tú, mi mundo mago.
Y de ahí me fui a La Fiera, Los últimos perros de Shackleton, Tengo una cita con la muerte o su traducción de Anne Sexton. Porque Ben Clark tiene chistera. Él sí es un mago.
La importancia de las lecturas viene de la mano de quien te las trae, de quien te las recomienda, te las regala o te las insiste. Esas manos que prenden la chispa de las nuevas historias. Por eso la lectura es tan sentimental, tan incendiaria, porque siempre hay detrás unos ojos que te han lanzado a ella. Cada libro tiene un nombre asociado que te da la mano página tras página a media luz. Gracias a todas ellas por acompañar a mis años lectores. Sigamos acumulando lecturas.
¿Y vosotr@s? ¿Tenéis lecturas que hagan el camino de vuestra vida?