Llega a nuestras estanterías Los Ignorantes, de Étienne Davodeau. Ediciones La Cúpula publica el último trabajo del autor de Caída de bici o Lulú, mujer desnuda, en el que el autor parte de la inexperiencia de un buen amigo viticultor, Richard Leroy, con el mundo de las viñetas para iniciar un experimento de iniciación cruzada en el vino y en los cómics. Descorchemos una botella y metámonos en lectura, a un click.
El planteamiento incial de Los Ignorantes es tan sencillo como atractivo
“¿Tienes algún tebeo que vaya sobre el vino?”
El vino es un valor cultural que, al igual que el cómic, ha tenido un importante crecimiento en los últimos años. La experimentalidad, la mezcla de tradición e innovación y su apertura a un gran público son algunos de sus puntos en común. Con relativa frecuencia, algún cliente de la librería que viene en busca de un regalo interesante, pregunta si existe algún tebeo relacionado con el vino. Que la respuesta a ese interés nos llegue de Francia no debería sorprendernos: la cultura vinícola, que en España no nos es para nada ajena, está muy asentada en nuestro país vecino. La de la Bande Dessineé (término francés para cómic, literalmente “tiras dibujadas”), podemos envidiarla todo lo que queramos, porque el cómic en Francia es considerado desde hace años un arte por sus propios valores.
El viaje de Richard Leroy por la cultura del cómic francés no está exenta de choques, aunque se trate de el reverenciado y tristemente desaparecido Moebius
La capacidad narrativa del cómic lo convierte en un excelente medio no sólo para contar historias, sino también para alcanzar fines didácticos o divulgativos. El género documental está muy desarrollado en Francia, con obras que se convierten en verdaderos reportajes sobre temas que pueden ir desde la actualidad hasta lo histórico, de lo social a lo cultural, como sucede en Los Ignorantes.
Relato de una iniciación cruzada
La obra surge a raíz de la amistad entre Étienne Davodeau, autor de obras tan interesantes como Lulú, mujer desnuda (La Cúpula, 2010) o Caída de Bici (De Ponent, 2006, ahora descatalogado, pero del que podemos leer aquí una estupenda reseña de El Tío Berni para Entrecómics), con Richard Leroy, un viticultor de Rablay-sur-Layon, municipio cercano a Angers, en la zona de los vinos de Anjou. Leroy mantiene una pequeña parcela de tres hectáreas de la variedad Chenin Blanc, que cultiva siguiendo los principios de la biodinámica, una particular filosofía agrícola que prescinde de productos químicos y apuesta por preparados naturales, un cuidadoso control de todos los factores biológicos (la composición del terreno, la disposición de las cepas y su cuidado en cada fase, siguiendo un calendario lunar) y un espíritu que aboga por los procesos naturales, evitando en lo posible la intervención en una fermentación en la que se rehúye del uso del azufre. Un mundo, el de la producción del vino, que en esta variante artesanal es aún más mágico, con una íntima relación entre el viticultor y su trabajo.
A pesar del respetuoso excepticismo del autor por los principios aparentemente irracionles de la agricultura biodinámica, Leroy expresa sus bondades con una sinceridad y una pasión que dejan poco lugar a la duda
La personalidad de Richard Leroy imprime en estas páginas esa capacidad de asombro con las cosas sencillas, trabajando codo con codo con Davodeau, que lo acompaña en el viaje desde la poda hasta la venta de sus vinos, mientras detalla su método de trabajo, guía numerosas catas y presenta al autor a otros viticultores con filosofías afines. A cambio, Étienne Davodeau introduce a Leroy en su arte, el mundo de los cómics, siguiendo las distintas fases industriales de la producción, las reuniones editoriales o los salones del cómic, bebiendo vino junto a autores como Jean Pierre Gibrat o Marc Antoine Mathieu, comentando obras como El Fotógrafo (Sins Entido, 2011), de este último, o Mis circunstancias (Astiberri, 2003), de Lewis Trondheim, quien incluso hace un cameo respondiendo a la pregunta de Leroy “¿Por qué se empeña en dibujarse con un pico de pájaro?”
Lewis Trondheim entra en escena, enunciando su "Teoría del Pico"
La calidez de un relato intimista
La capacidad de Étienne Davodeau para construir retratos intimistas quedó demostrada en sus anteriores obras, pero en este caso, aplicada a un relato que se construye “en tiempo real”, muestra una calidez y cercanía excepcionales. Su capacidad narrativa, la belleza de su dibujo sencillo y preciso, preciosista en sus delicadas aguadas en escala de grises, y su talento para captar en sus textos el amor de Leroy por su trabajo en la viña, le permite construir una obra redonda y altamente recomendable: bonito de leer, bonito de mirar, e interesante por su afán divulgativo.
Davodeau presenta a Leroy al dibujante de El Fotógrafo. Los que hemos leído el fantástico trabajo de Emmanuel Guibert entendemos por qué esta crónica de la guerra afgano-soviética, narrada a través de los ojos del fotógrafo Didier Lefèvre y de un equipo de Médicos Sin Fronteras impresionó tanto a nuestro viticultor.
Un fantástico complemento es la lista de lecturas y libros catados durante el proyecto. La edición española, a cargo de Ediciones La Cúpula, respeta el formato de la edición francesa, a cargo de la editorial Futurópolis, e incluye este listado citando las ediciones españolas de los cómics detallados. Un gran acierto, que convierte a Los Ignorantes en un estupendo manual de iniciación al cómic contemporáneo que curiosamente recibió en 2012 el prestigioso premio Gormand (que se otorgan a los libros sobre cocina y vino) al mejor libro sobre vino en Francia. Si tenemos que buscarle un pero, los evocadores paisajes nos piden a veces esa maestría con el color que Davodeau demostró en Caída de bicicleta. A pesar de ello, el dibujo en escala de grises transmite otra sensación, la del cuaderno de apuntes y el dibujo hecho en directo frente a las localizaciones reales.
El trabajo artístico y la conexión con el paisaje revelan el gran talento de Étienne Davodeau
Para consolarnos, podemos ver este pequeño reportaje sobre Richard Leroy donde se nos muestran las mismas parcelas que hemos recorrido durante la poda y la vendimia (escena que en el comic brilla por su narración y por capturar la esencia de ese bonito ritual otoñal que tantos estudiantes hemos practicado, como nos recuerdan nuestras espaldas aún leyéndolo en viñetas) junto al mismo hombre bonachón que un día decidió cambiar su trabajo en un banco por la magia de las viñas, para nunca volver a llevar corbata.
Bueno, bonito, precio ajustado y crea afición: el tebeo sobre vino y cómics que estábamos esperando.
Raúl A. Astruga