El protagonista, Hans, es un intelectual del siglo XIX, que hace una parada en su viaje para pasar la noche en Wandernburgo, una ciudad entre Sajonia y Prusia. Algo tiene esta misteriosa ciudad que sus calles te atrapan. Nunca llegas al mismo lugar por la misma ruta, y este encanto y vida propia de sus calles, junto a la tranquila y monótona vida de sus gentes, se convierte en una red imperceptible que impide a los viajeros marcharse de allí.
"Aquí llegan viajeros, perdidos, solitarios, gente que iba a otros lugares. Y todos, Hans, se quedan. Ya te irás acostumbrando. Lo dudo mucho, dijo Hans, yo estoy de paso. Ya te irás acostumbrando, repitió Álvaro, yo llevo de paso aquí más de diez años"
Hans, por lo tanto, se ve atrapado por la amistad que va surgiendo con un viejo organillero, un comerciante español... y Sophie, una joven encantadora que le incorpora a las tertulias de su salón. En poco tiempo, Hans forma parte de esa ciudad que no deja de ser una ciudad de tantas, en la que las ideas conservadoras ganan terreno a las progresistas y en la que él vivirá el amor imposible por Sophie, prometida a uno de los hombres más importantes de Wandernburgo.
Como bien descibre su solapa, la novela permite mirar el siglo XIX desde la mirada del XX. Todo en la novela evoca el final de una época y el surgir de ideas que cambiarán el múndo. El antiguo orden social, la distancia entre las clases, se verán alterados cuando estas ideas tomen cuerpo y se materialicen en un convulso nuevo siglo. De momento, las gentes de la ciudad son objeto de estos prejuicios e ideas anticuadas sobre las relaciones personales, y en este ambiente Hans y Sophie buscarán las claves de su amor, intercambiando complicidad y elevando a la mujer a un papel activo, reinvidicativo y pionero en los orígenes de lo que será su posterior emancipación.
Me enganché a la lectura pero sólo cuando dispuse de días largos y sin prisa. No es un libro ágil. No es una lectura rápida. Es un material que debe fluir sin esperar grandes momentos de acción y que tiene un inicio largo y más espeso. Solo cuando entras en la relación de Hans con los lugareños y se forjan sus relaciones, empiezas a disfrutar con el relato, por lo que conviene darle este margen antes de juzgar el libro.
Para mí ha sido un descubrimiento porque no conocía a su autor, nacido en 1977 en Buenos Aires pero criado en Granada, quien obtuvo con esta obra el Premio Alfaguara de novela 2009. Me conquistó su habilidad técnica y su oficio. Un narrador ágil, entrenado, capaz de dosificar acción y reflexión con acierto gracias a una estupenda intuición narrativa.