Revista Libros

Lecturas obligatorias (1)

Publicado el 24 enero 2011 por Isi

RGB b‡sico

Como inauguración he elegido una curiosidad a medias entre la literatura y la toxicología de metales. Mi profesor de Toxicología me dio la idea de esta entrada y, con ella, de la sección en general. Intentaré ser breve y explicarlo todo con claridad.

El metal del que voy a hablar es conocido por todos: el Mercurio.

Y está relacionado con el famoso Sombrerero loco de

sombrerero-loco-11
Alica en el País de las Maravillas. Yo jamás me había preguntado por qué estaba “tocado”, pero resulta que la causa de su locura no es otra que la inhalación de gases de mercurio que se originan como residuo al curtir pieles (supongo que para sus sombreros). Estos gases provocan alteraciones del sistema nervioso y los afectados presentan síntomas como irritabilidad, susceptibilidad emocional, timidez excesiva…

Fue una enfermedad profesional de los curtidores de pieles en el siglo XIX (pobrecillos), y que Carroll plasmó en este personaje.

Y ya que he empezado hablando del Mercurio, comento algunas cosas más

;)
.

Con los termómetros debemos comportarnos con

termometro-de-mercurio
precaución: el mercurio metálico que contienen no es tóxico si se ingiere, tan sólo es peligroso cuando se empieza a evaporar -a temeperatura ambiente- e inhalamos esos vapores. De todas maneras, tampoco he probado a comérmelo y, de hecho, la Unión Europea ha prohibido estos termómetros a partir de 2012, así que este posible peligro desaparecerá pronto de nuestras vidas.

Otra cosa muy diferente son las sales de mercurio y

minamata
el mercurio orgánico (otras formas del metal): son residuos de actividades industriales que acaban finalmente, como muchas otras sustancias nocivas, en el mar. El pescado lo acumula y nosotros nos comemos el pescado, con lo cual las poblaciones de zonas costeras, que consumen más estos productos, pueden padecer trastornos por su causa. Un triste ejemplo es el acontecido en la Bahía de Minamata (Japón) en los años 50 debido a la actividad industrial: dio como resultado cientos de afectados con alteraciones de los sentidos, parálisis y muerte en muchos casos; incluso deformidades en los bebés de mujeres aparentemente sanas que habían comido pescado.

Es un caso más bien aislado porque una industria vertía residuos en esa bahía y la concentración de Mercurio era muy alta, pero no hay que olvidar que, en mucha menor medida, todos estamos expuestos. Hombre, no es que haya que dejar de comer pescado; simplemente ahora sabemos que “está ahí”.

El objetivo y la explicación de esta nueva sección lo podéis leer en el post anterior.


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