La pila de lecturas pendientes sigue aumentando y aumentando… y eso que yo hago esfuerzos ímprobos por disminuirla. Al ritmo que va, me temo que en breve comenzará a ser insostenible y que colapsará por su propio peso. Pero mientras llega el día del desastre (que más o menos será por el 2012, lo que da cierta credibilidad a los mitos mayas, todo sea dicho, que bien que hacían su versión petrificada de tebeos, ojo al dato, por algo será), hago rápida revisión de algunos tebeos que, en mi opinión, merecen destacarse de una u otra forma.
Y aunque caiga en la repetición más aliácea, comienzo por volver a alabar y glosar las maravillas del Scalped de Jason Aaron y R.M.Guera, que con su última entrega escala posiciones en mi ranking personal para compartir definitivamente el título de “mejor serie” junto a los zombis de Kirkman. Sólo por el primer episodio de El blues de la reserva, la serie ya tiene mi admiración con genuflexión y reverencia. Un sólido Aaron se acompaña de un inspirado y brutal Zezelj (impresionante dibujante, todo sea dicho) para firmar un relato construido alrededor de incómodos silencios, de pensamientos enmudecidos y complicidades que no necesitan palabras entre un matrimonio ya anciano. Un extraordinario relato de principios rotos e ilusiones devastadas con un final de aplauso y petición de bises. Y lo que sigue, quizás no tan bueno, pero de nivel suficiente como para disfrutar como enanos con estas historias de reserva de sabor a género negro. Nota mental: ¿me lo parece o Guera tiene cada vez más aires a Blanc Dumont?
Sigo con Vivés, Bastien ya saben, tan jovencísimo como sorprendente, del que llegan dos nuevas entregas bien diferentes. Primero, su casi debut en la obra larga, Ell(a)s. Una obra que puede ser criticada por lo previsible de sus planteamientos y un aire quizás demasiado adolescente, pero que deja boquiabierto al saber que Vivés la publicó con apenas 23 añitos. Una edad a la que muchos dibujantes todavía están buscando un estilo o, simplemente aprendiendo, mientras que Vivés abruma con un derroche de talento gráfico y narrativo. Puede que el argumento sea pobre, sí, pero es que ya se comienzan a ver los mimbres de ese autor que maravillará después con El gusto del cloro o En mis ojos. Su brutal dominio de la figura humana, que mueve con un dinamismo y naturalidad de bellísima armonía (incluyendo, todo sea dicho, la representación más realista del bamboleo de pectorales femeninos que uno recuerde desde los tiempos gloriosos de Richard Corben), su sentido del ritmo narrativo, con esa sobrenatural capacidad para la dosificación de los silencios… todo ya se empieza a ver en Ell(a)s. Puede que en el poso final de la lectura no haya nada especialmente destacable en lo argumental, pero en lo gráfico uno se queda anonadado por la increíble capacidad innata de este autor, llamado a hacer verdaderas obras maestras como Polina, que en breve publicará Diábolo. Una obra que contrasta con la rápida madurez que demuestra en Por el imperio, que concluye con su tercera entrega redondeando su periplo volviendo a la revisión particular del mito de Lope de Aguirre. El guión de Merwan seduce con su propuesta reflexiva sobre el poder de creación de las leyendas, sobre la ambición del ser humano de trascender a través de la aventura, de la épica de lo legendario. Ese espíritu de locura que transforma a Lope y que está en la base de la cultura que conocemos, en un delirio irracional que arrastró ya a Ulises y que sigue en la base de la búsqueda de las fronteras últimas, de los límites del ser humano. Una necesidad casi fisiológica de ir más allá que Merwan y Vivés retratan dejando más preguntas y dudas, obligando al lector a la reflexión. Vivés crea el ritmo y la colorista Sandra Desmazières aporta una atmósfera tan inquietante como necesaria para la historia con su espectacular trabajo. Muy, muy recomendable.