Revista Cultura y Ocio
El sueño de Dickens, R,W, Buss
Tengo algunas inclinaciones necrológicas de las que no podría extraerse la idea de que yo festeje la muerte, ni la saque a pasear a cuento de que haga un año o cien que muriera algún escritor que me apasione. Como son muchos los que me producen apasionamiento - y felicidad y zozobra y dolor a veces también - no puedo cumplir con todos, ni falta hace que tal cosa se produzca. Uno hace festiva la literatura que vive y la lleva dentro con orgullo, pero no la exhibe, no salvo que alguien te confíe el mismo ardor y te diga que Charles Dickens, pongo por caso, le rellena las noches y lo conduce al sueño. Leí Tiempos difíciles a la luz del flexo en el primer invierno de mi hija, que ahora está en los veinte. Me sedujo su literatura pulcra, el modo en que las palabras se iban hilvanando, sin que en ningún momento decayera la impresión de que todas las páginas contenían algo trascendente, alguna circunstancia remarcable, a la que después volver para cerrar una trama o finalizar la obra completa. Hoy se cumplen un montón de años de su muerte. No importa la cifra, no tiene relevancia alguna. Hay sueltos de prensa que traen la noticia y dudo que algún medio televisivo la incluya, aunque a modo de pequeña cuña de relleno. Interesa más que Piqué, un futbolista, un polemista político o un payaso, según le dé, haga una gracia sobre su rival deportivo o que un cantante de quinceañeras saque un videoclip nuevo. Dickens no hace que suban las audiencias. Hace otras cosas, en fin, algunas de más fuste intelectual, de las que perduran y hacen que seamos mejores personas. La literatura, que es una forma de ver el mundo y de contárselo uno sin la distracción de la realidad, hace que seamos mejores personas. Leído como se debe, Dickens ha ejercido una influencia mayor - y más noble - que muchos de esos dignos premios que los estadistas dan a los que colaboran al sostenimiento de la paz. Todos los buenos escritores contribuyen a que el mundo resplandezca. No hay motivo para ser pesimista todo el tiempo. Somos buenos, lo somos de verdad. Malogra esa bondad la mala educación o la mala cultura. De Charles Dickens, ahora que hace un montón de años que ha muerto, me vale que me ayudara a entender mejor a mis convecinos. No ha sido el único. No hay día en que algo de lo que leo no me haga aprender. No se trata solo de que la literatura nos distraiga o nos haga sentirnos confortables en la belleza en la que nos sumerge. Leer - leer a Dickens - nos hace entendernos mejor. Hay personas que tiene ese don, el de comprender al género humano. No sé si podemos entender a Gerard Piqué, pero igual la respuesta está en alguna entrega de las novelas de Dickens. No es nada descabellado, ni mucho menos. Todo está en Shakespeare, por supuesto, pero lo que el bardo de Avon no registró en sus obras debe andar en las de Dickens.