Revista Cultura y Ocio

Leer a Wallace

Por Dayana Hernandez

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      Siempre, leer me mantiene en un estado inactivo. Nunca estoy alerta. Nunca sé bien lo que pasa. Un día me dare un golpe terrible de realidad y no sabré como reaccionar. Por otra parte, no siento que la lectura consuma todo mi tiempo pero en ocasiones me encuentro pensando en ciertos personajes casi como si fueran reales. Atribuyéndoles cierta importancia en este ciclo rutinario de disposiciones que llamare por lo pronto vida. Nunca encuentro la total satisfacción en un momento o las personas que me rodean. Es como si me emocionara mas la descripción de un hermoso lugar por medio de un papel que estar ahí! O si la imagen y la idealización de una persona me fueran más útiles que realmente conocerla. Ahora vuelvo a encontrar a DFW. Después de la niña del pelo raro. Después de muchos años. Después de su depresión y su suicidio. El murió en el 2008. Y es muy extraño. En el 2008 me encontraba en una dimensión de aburrimiento y desprecio. En el 2008 jamás le hubiera leído. Pero hoy leo la broma infinita (The infinite jest) y empiezo a conocer más de su crítica y su obsesión que a la vez podría ser la mía. La de muchos. Un desesperado intento por entender. Tal vez.

Pinté a mi madre,

la hice bonita.

Alargué a mi padre,

lo hice gallardo.

Después,

los puse el uno junto al otro.

“Abrazaos”, les dije,

“abrazaos placenteramente”,

les dije,

“abrazaos con amor y desesperación”,

les dije,

“abrazaos sin ningún temor.

Os prometo por lo que más quiero

que, esta vez,

no volveré a nacer.

Os prometo

por lo que más quiero en este mundo,

que no volveré a nacer”.

Nichita Stănescu

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