Me encanta leer y eso lo descubrí hace... realmente no lo sé, no voy a decir que crecí con un libro en las manos, porque para ser sincera lo hice con muñecas, coches y hormigas (me encantaba observarlas) pero en algún momento alguien puso uno en mis manos y desde ahí he tenido la cabeza entre páginas, esos libros que conocí hace muchos son los que a día de hoy sigo amando, los que me transportaron con más pasión a sus lugares, a sus corazones, donde las heridas me hicieron más daño y las alegrías me inundaron el corazón.
Llevo días, semanas, pensando en ello ¿a qué se debía? quizás leía con las ilusión, puede ser ya que no tenía muchos libros a mi alcance y cuando mi madre me compraba un libro en Circulo de lectores, era como vivir una y otra vez en Navidad. Leía con tanta ilusión que me llegaban a decir que me iba a enfermar por leer tanto, que me volvería loca.
¿Quizás era por conocer menos historias? también puede ser, supongo que una vez que lees mucho de lo mismo no ilusiona como la primera vez, como esa vez que descubres que eso te gusta y nunca te vas a cansar, esa vez que te hace amar a ese libro.
¿Y si fue la edad? Algunos de mis libros favoritos los leí cuando abandonaba la niñez y me adentrada de cabeza en la revoltosa adolescencia, quizás ese momento tan intenso ayudó a leer con esa intensidad, para dejar guardados en mi corazón todas esas historias.
Pero... ¿y si es el recuerdo? Puede que realmente sea más el recuerdo de algo bonito, que con el paso de los años he ido recordando y por qué no, también adornando, maquillando, idealizando, cogiéndole más y más cariño hasta recordarlo de una forma más intensa.
No quiero decir que ahora no disfrute, claro que un libro me puede absorber hasta disfrutarlo por completo, pero no siento esa magia, ese entusiasmo, esas ganas de... leer como antes.
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