“Lean lo que les guste. En cualquier librería o biblioteca encontrarán novelas, poemas, obras de teatro, cuentos que cautiven su imaginación y su inteligencia. Lean la “gran literatura”, por supuesto, pero lean también buenos textos. Muchas de las cosas que más me gusta leer las encontré por accidente revolviendo estantes. Y no esperen a que los escritores mueran para leerlos; a los vivos les vendrá bien el dinero. La lectura tiene que ser entretenida. Lo de obras literarias es solo un nombre. En realidad, es una forma de juego. Así que jueguen, queridos lectores, jueguen. Y que les vaya bien.”Leer como un profesorThomas C. Foster
Leo, por lo general, de modo bastante literal, quiero creer que no ingenuamente. Insisto en mis clases en la necesidad de reivindicar lo simple y la denotación frente a los excesos interpretativos en los que ha incurrido buena parte de la crítica académica, más atenta en muchos casos a la etnia, orientación sexual o ideología del autor que al texto del que, en principio, se ocupan. Cito, en fin, al cinematográfico C. S. Lewis de Shadowlands y Contra la interpretación de Susan Sontag como autoridades a la hora de defender el mantra de que “a veces, las cosas significan lo que significan y no hay más”. Por eso, yo misma me he sorprendido de disfrutar tanto de Leer como un profesor, en el que Foster propone una serie de pautas con las que afrontar de modo más sofisticado y maduro la lectura de un texto, la mayor parte de las cuales se relacionan con el uso de la metáfora y el significado simbólico. Es cierto, sin embargo, que Foster rechaza también esos excesos interpretativos a los que antes aludía. En el capítulo final abomina, de hecho, de las lecturas que se centran en un aspecto concreto que desarrollan ad nauseam despojándolo de todo contexto y abomina, también, de la deconstrucción, pues prefiere, afirma, que le guste lo que lee. Amén. Además, con un punto de partida muy próximo al de Propp y los formalistas rusos, todos sus consejos los basa en el lema Memoria - Estructura - Símbolo. La tradición, señala, acompaña cada obra que leemos como música de fondo. Las cosas no ocurren en las narraciones por casualidad -¿recuerdan aquello de que si se menciona una pistola en el primer acto ha de dispararse necesariamente en el tercero?-. Las recurrencias han de estudiarse, pues suelen ocultar significados. Recae, por último, en el lector la responsabilidad de efectuar buenas lecturas, que, por cierto, no tienen por qué ser excluyentes. Tal es el esqueleto de Leer como un profesor y no es, en principio, especialmente atractivo. Sin embargo, todo ello se desarrolla con claridad meridiana, gracia y salero, con ejemplos bien seleccionados de entre Homero, Shakespeare, Melville, Twain, Louise Erdrich o Indiana Jones, Harry Potter y ¡hasta Snoopy y su It was a dark and stormy night! y todo lo lejos que se puede estar de esnobismos y elitismos marfileños. Para muestra, si no me creen, les dejo el párrafo que abre esta entrada. El ensayo de Foster transmite no solo un profundo conocimiento de la teoría literaria y la Literatura, sino una irreductible pasión por la segunda y, también, por supuesto, por su enseñanza. A estas alturas de la partida no puedo sino perdonarle la atrevida interpretación en clave mítico-infernal que da del cuento de Katherine Mansfield “Fiesta en el jardín” y recomendarles que, por supuesto, lean a Foster.