Revista Arquitectura

Leer hoy a Sullivan y escuchar a Mbappé

Por Arquitectamos

 Acabo de terminar de leer este libro que vio la luz hace justo un siglo(1):

Leer hoy a Sullivan y escuchar a Mbappé

Confieso con mucha vergüenza que lo debería haber leído hace treinta y tantos años, cuando hice mi tesis doctoral. Entonces lo picoteé ligera y egoístamente buscando perentoriamente las dos o tres cosas que me interesaban y no le hice el caso que merecía. Y ahora voy a elucubrar si merece caso: quizá no lo mereció nunca, ni cuando fue publicado, porque ya nació anacrónico. No obstante ha habido algo que me ha sacudido, y por eso lo traigo.

Louis Henri Sullivan(2) fue uno de los protagonistas indiscutibles de uno de los "momentos estelares" de la historia de la arquitectura de todos los tiempos: el despertar de un país, de un mundo, de un momento histórico, a la modernidad en un lugar y un momento muy concretos: Chicago y 1889.

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Según cuenta había dos grandes estudios que marcaban la línea: el suyo con Dankmar Adler y el de Burnham & Root. Dos parejas; cuatro personajes excepcionales. (Hubo unos cuantos más, pero sí que coincido en que estos dos estudios fueron los más importantes, los más ambiciosos y los más avanzados).

En aquella época (las dos fotos de arriba) era un gran triunfador. Pero pasaron los años y todo lo que pudo torcerse se torció. Se separó de Adler, tuvo cada vez menos encargos, parecía que se le había pasado su momento y su estilo ya no atraía a los clientes. Se vio fracasado y abandonado. Se dio a la bebida.

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(En estas dos fotos, menos conocidas que las anteriores, aún perfectamente vestidoy digno como siempre, ya es presa del fracaso. Ya es un hombre roto).

En el libro nos cuenta su vida enfocada sobre todo como la formación de su espíritu. Habla de sus padres y abuelos, de su infancia, de sus experiencias, pero no con el afán de contar anécdotas o episodios circunstanciales, sino con el de explicarnos cómo fue adquiriendo ciertas ideas y conceptos, y una visión del mundo. En ese sentido el título es más que adecuado.

Es un estilo empalagoso y ampuloso, hablando de sí mismo en tercera persona y dándose quizá una excesiva importancia, o, mejor dicho, dando quizá demasiada importancia a detalles que a veces nos parecen nimios.

Aunque en esto del estilo no soy justo, porque he leído la traducción al castellano, y a quien estoy juzgando es por lo tanto al traductor. Pero de cómo trata ciertas cosas adivino que el original en inglés debe de ser muy similar en ese aspecto.

Sullivan escribió todo esto al final de su vida, en su época de fracaso definitivo, sintiendo de alguna manera cómo su forma "correcta" de entender el progreso había sido suplantada por otra "incorrecta", basada en antecedentes históricos y en prejuicios en vez de en el análisis y la racionalidad. Sostiene en su libro que todo problema lleva implícita su solución, y que lo que hay que hacer es escucharlo y estudiarlo sin prejuicios ni lastres de la tradición ni de la superstición. Sin embargo en arquitectura él defendía un sistema de ornamentación (y de concepción general) que ya era totalmente anacrónico. ¿Qué habría pensado de la arquitectura que estaban haciendo en esos mismos años las vanguardias europeas? ¿Llegó a tener noticia de ella?

Por todo esto, sus ideas, muy avanzadas en 1890, en 1924 (fecha en que se publicó el libro(3) y fecha de su propia muerte) estaban ya superadas, y su heroico principio de "la forma sigue a la función" quedó en nada ante lo que estaban empezando a hacer los funcionalistas más avanzados.

Por eso digo que el libro ya nació anacrónico. Entre eso y lo otro que he dicho sobre que su estilo me parece un poco rimbombante, ¿por qué le dedico esta entrada? Lo que me ha decidido a ello han sido estas cuatro páginas casi casi finales, de conclusión y despedida: 

Leer hoy a Sullivan y escuchar a Mbappé
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Si queréis podéis hacer el esfuerzo de leerlas. Yo tan solo os comento mi conclusión:

Habla de la Exposición Colombina de Chicago, de 1893, en la que la incipiente arquitectura protomoderna fue abortada y anulada por el neoclasicismo y por el kitsch, y cuenta cómo eso entusiasmó al público y contaminó el futuro.

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Glorieta de Honor y Gran Estanque.
Exposición Mundial Colombina. Chicago, 1893

Cuenta cómo los poderes económicos y fácticos (él habla del pensamiento feudal) manipulan a la población, la engatusan, la camelan, la engañan con golosinas y no la permiten madurar, pensar, decidir en adulto y en culto (él habla de pensamiento democrático y de arquitectura democrática).

Habla de populacho, y durante todo el libro ha defendido la necesidad de pensar libremente, de meditar, de descubrir, de trabajar... Ahora el libro concluye muy tristemente con que la arquitectura está muerta (pero él mismo no se daba cuenta de que estaba naciendo en otros sitios: lo que estaba ya muerto era su propio punto de vista) y con que la gente es feliz en medio de ese marasmo de mediocridad y de imbecilidad.

Leí esas páginas que pongo, y terminé de leer el libro, cuatro páginas después, el domingo pasado, justo el día en que el periódico EL PAÍS daba como principal noticia de portada el peligro tan grande que puede ser la temida victoria de la ultraderecha en Francia.

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Asocio ambas cosas porque las he leído a la vez, y porque ambas me llenan de tristeza, de miedo, de enfado, de desánimo. El panorama político mundial de ahora mismo es mucho más que preocupante. Sin necesidad de señalar explícitamente mis preferencias políticas (eso no tiene mayor importancia), sí que digo con toda convicción que hay "poderes feudales", "pensamiento feudal", que se propone que no pensemos, que vayamos como borregos donde nos quieren llevar, que votemos lo que nos viene ya preparado y precocinado, incluso ya masticado.

Igual que decía Sullivan respecto a la arquitectura, nos quedamos fascinados ante el cambio de la bolita que nos hace el trilero ante nuestras narices. Nos sentimos muy satisfechos comiéndonos unos sucedáneos de ideas sin valor alguno, ensalzando a unos líderes que no sirven para nada y entregando voluntariamente nuestra libertad de pensamiento y nuestra dignidad. Creo que es lo mismo que vio Sullivan en la Expo de Chicago. Y lo peor es que nadie nos ha arrebatado nuestra libertad por la fuerza: la estamos entregando voluntariamente, incluso con entusiasmo.

Leer, pensar, comparar, intentar deducir desde el propio problema y no desde las soluciones prefabricadas que nos suministran los medios, es difícil, y sobre todo es cansado. Es mucho mejor dejarse llevar por los colores, las luces, las canciones pegadizas y las soluciones fáciles e inmediatas, y opinar lo que hay que opinar, lo que está previsto que opinemos; decir cuatro lugares comunes que ni hemos comprobado ni hemos puesto en tela de juicio, afirmar lo que nos instilan día a día nuestros comunicadores favoritos, repetir como papagayos o como mulos tordos lo que dice todo el mundo, lo que está en el ambiente, y no perdernos en el estéril y difícil laberinto del pensamiento y del razonamiento consecuente.

El pueblo maduro, sabio y democrático, cargado de dignidad, se ha cansado de trabajar y de perder, se ha rendido y lo que quiere ya es que alguien le diga que todo se va a solucionar, le pase la comprensiva mano por el lomo y le llene de hermosas palabras falsas.

Entre quienes nos suministran soluciones fáciles y sencillas, pero falaces, y nuestra intuición que nos hace barruntar un camino intrincado y lleno de problemas, pero que es el que tenemos que recorrer para acercarnos a alguna solución fiable, elegimos sin dudar a los primeros. Estamos cansados, estamos hartos, y como prueba de nuestra rendición nos entregamos a los brazos del demonio.

En medio de este panorama desolador, y sin salir de las inminentes elecciones de nuestra vecina Francia, ha salido a la palestra incluso el futbolista Kylian Mbappé animando a los jóvenes a que voten. Cómo estará el panorama y qué miedo real habrá a la ultraderecha para que el futbolista haya hablado y se haya montado tal revuelo.

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Nunca me ha parecido bien que tengamos a los famosos por líderes y referencia de opinión en cualquier campo. Como ciudadanos tienen todo el derecho a tener opiniones; estaría bueno; solo faltaba. Pero creo que el hecho de que sepan meter goles divinamente, o le den a la raqueta de revés, o hagan un abuelo entrañable en una serie de televisión no hace que sus opiniones sobre literatura, ópera, vacunas, clima o escultura sean más válidas que las tuyas o las mías. Así que ahora que Mbappé ha dicho (por fin) algo con lo que estoy completamente de acuerdo no voy a cambiar de opinión sobre su importancia y trascendencia.

Es más, insisto en que estamos ya todos en un plan de vagancia extrema y de abandono total de nuestras dignidades y de nuestras responsabilidades (la libertad implica mucho trabajo y mucha responsabilidad), hacemos tal dejación de nuestras obligaciones como ciudadanos y como personas, que delegamos en cualquier personaje mediático (cocinero, presentador de televisión, deportista o cantante) para que nos diga qué tenemos que pensar y qué tenemos que hacer.

El poder feudal, que Sullivan denunciaba como destructor de la "arquitectura democrática", es el que también destruye nuestro presente y nuestro futuro. Y nosotros, como los visitantes de aquella lejana Exposición Colombina, estamos encantados, felices, drogados de brutalidad y de incultura, cómodos, suscritos al abismo, al que vamos de cabeza escuchando dulces palabras: "Disfruta. Qué guapo eres. No te preocupes. Esto lo arreglamos en dos patadas. Tú no hagas nada. Nada. Nada".


_______________________(1). SULLIVAN, Louis Henri, The Autobiography of an Idea, The American Institute of Architects, Nueva York, 1922, 1924, y Dover Publications, Nueva York, 1956. (Trad. cast. de Luis de Cabrera, Autobiografía de una idea, Ediciones Infinito, Buenos Aires, 1961, pp. 238 + 16 lám).
(2). En el enlace que he puesto a la Wikipedia ponen su segundo nombre, Henri, con y griega: Henry. No es correcto (aunque en un ambiente anglófono se lo escribieran así en mil sitios). Le pusieron ese Henri por su abuelo materno, alemán, Henri List.
(3). Como se ha dicho en la nota (1), en la primera edición del libro aparecen las fechas 1922-1924. Esto es porque a partir de 1922 salió en forma de artículos (no sé si un artículo por capítulo y no sé cuánto tiempo duró en total esa publicación seriada), y en 1924 ya salió en forma de libro. En todo caso esos fueron sus dos últimos años de vida.

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