Revista Cultura y Ocio
Amaia Salazar se ve envuelta en un oscuro caso tras ser avisada de la aparición de unos huesos en el altar de una iglesia, por otro lado el suicidio de Jasón Medina en los juzgados con una nota dirigida a la inspectora con la pequeña e inquietante palabra Tarttalo, también, irá detrás de aquel que hace desaparecer los huesos del brazo derecho a víctimas diferentes víctimas del maltrato.
A todo ello se le suma que ha pasado a ser madre y con ello sus responsabilidades y los miedos aumentan, también, mantener sus relaciones con su marido y sus hermanas lo mejor posible. Además se ve obligada por todos los sucesos a volver a Elizondo para estar más cerca de su familia y, del mismo modo, para estar más cerca de los escalofriantes sucesos que no la dejaran descansar.
Dolores Redondo nos descubre en esta ocasión un terrible acontecimiento que asola el valle de Baztán y que, para desgracia de su protagonista, está relacionado en gran medida con su familia. En esta novela conoceremos el oscuro pasado que persigue a Amaia y las formas que tiene de sobrellevar la presión a la que se ve sometida sin darle un respiro. El libro se va volviendo más oscuro según avanzamos en la historia y con ello la intensidad, además, las ganas de saber más van en aumento mientras la inspectora va descubriendo aquello que se oculta o esconden los vecinos del valle. Su autora añade siempre a la trama fantasía y misticismo a la investigación de su protagonista añadiéndola aún más misterio a los actos que sorprenden a la protagonista a cada paso que da, todo ello junto con la parte científica aportan un interesante punto de vista que nos muestra Amaia en su investigación. En definitiva una novela inquietante y, al mismo tiempo enternecedora por la forma de describir la familia de la protagonista, que logra atraparnos desde la primera página, en esta segunda parte de la trilogía de Baztán los miedos del pasado vuelven para sorprender a su protagonista y también al lector pues, en ella, el mal persigue en cada paso que da a Amaia, además de la mitología y el misterio en sus asesinatos.
Recomendado para los amantes del género policial y negro, en este libro encontraran un escalofriante y terrorífico caso totalmente absorbente. También para aquellos que les gusten las novelas con toques fantásticos pues la protagonista se vale de ellos para lograr descubrir pistas, y por último para aquellos que les guste la mitología pues, en esta trilogía los asesinos se esconden tras ella para confundir y provocar miedo por los bellos valles de Elizondo.
Extractos:
Juanitaenea estaba detrás del hostal Trinkete, en una zona plana de tierra oscura y rodeada de huertos. Las casas más cercanas se encontraban a unos trescientos metros y componían un grupo en contraste con la casa solitaria de piedra oscura por el tiempo, los líquenes y la lluvia reciente, que parecía haber penetrado en la fachada tornándola de un color semejante a la galleta. El ancho alero de madera tallada sobresalía más de metro y medio, preservando de la humedad la última planta, que en contraste se veía más clara. El acceso se encontraba en el primer piso, al que se accedía por una escalera exterior, estrecha y sin barandilla, que parecía surgir de la pared y que se veía demasiado angosta e irregular. En la planta baja, dos arcos de medio punto flanqueaban la fachada abriéndose en dos puertas que habían sido sustituidas por toscos tablones. En compensación, la enorme entrada cuadrada entre los arcos conservaba sus hojas de hierro, que aún estando oxidado mostraba la belleza del trabajo de herrería que algún artesano de la zona realizó en otro tiempo, en el que el esmero y el valor de lo bien hecho cobraban una importancia extraordinaria. El caserío estaba rodeado de terreno por todos sus lados. En la parte trasera se veía un grupo de viejos robles y hayas y un sauce llorón que Amaia ya recordaba soberbio desde su infancia. El ingreso al terreno se efectuaba por delante, y en uno de los costados se veía un huerto de unos mil metros cuadrados que aparecía labrado y plantado. —Desde hace años, un hombre se ocupa del huerto. Me pasa algunas verduras y al menos lo mantiene limpio, no como el resto —dijo haciendo un amplio gesto hacia la parte delantera, donde se veían restos de tableros, cubos de plástico y despojos inidentificables de lo que parecían muebles viejos. El entusiasmo de James se moderó cuando vio la puerta en lo alto de la singular escalera. —¿Hay que subir por ahí? —preguntó mirando los escalones con desconfianza. —Hay una escalera interior que accede a la segunda planta desde la cuadra —explicó Engrasi, cediéndole una llave con la que señaló el candado y las cadenas que cerraban uno de los arcos. La vetusta puerta se trabó un poco cuando James la empujó hacia el interior. Engrasi accionó un interruptor y una polvorienta bombilla se encendió allá arriba, en alguna parte, arrojando una luz naranja e insignificante que se perdió entre las altas vigas.
Azanza resultó ser un pequeño pueblo de la merindad de Estella, cuya principal industria estaba consagrada a la elaboración de licor de endrinas, o patxaran. Cuando consiguieron reunir a todo el equipo y localizar el lugar indicado, ya estaba atardeciendo, y la luz que se extinguía rápidamente pareció retenida unos minutos más en la blancura de los millones de pequeñas flores, que a pesar de que aún faltaba mucho para la primavera, cubrían por completo las copas de los árboles, dándole un aspecto de corredor palaciego y no de cementerio improvisado por un animal sin alma. Amaia observaba con atención mientras los técnicos instalaban focos y una carpa que ella había insistido en traer a pesar de las prisas de sus compañeros. No había una importante amenaza de lluvia, pero aun así, no quería correr riesgos de que cualquier prueba que pudiera aparecer alrededor de la tumba quedase comprometida por una eventual precipitación. El juez Markina se colocó a su lado. —No parece muy satisfecha, inspectora, ¿no cree que esté ahí? —Sí, estoy casi segura —dijo ella. —Entonces, ¿qué es lo que no la convence? Permítame —dijo, elevando la mano hacia su rostro. Ella retrocedió, sorprendida—. Tiene algo en el pelo. —Retiró una florecilla blanca que se llevó a la nariz. A Amaia no se le escapó la mirada que Jonan le dirigió desde el otro extremo de la carpa. —Dígame, ¿qué es lo que no le cuadra? —No me cuadra el modo en que actúa este tipo. Es una bestia de manual, expulsado del ejército, borracho, chulesco y agresivo, pero... —Sí, a mí también me resulta difícil entender la razón que lleva a una encantadora mujer como la víctima a relacionarse con un tipo así.
Editorial: Destino Autor: Dolores Redondo
Páginas: 560
Precio:18,50 euros
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