Revista Filosofía

Leibniz, Schelling y la libertad de Dios

Por Zegmed

Hace un rato tuvimos una discusión super interesante en clase. Lo que pongo aquí es solo un borrador de algo que quiero seguir pensando, pero que, por temor a perder la idea, prefiero escribir.

Existe una relación analógica entre Dios y el hombre, esa es una idea convencional de casi toda teología. En el caso de Leibniz esta relación tiene algunas peculiaridades, pues el universo está compuesto de mónadas que tienen en sí todas las ideas de Dios a las cuales, al menos en principio, podrían acceder, posibilidad limitada por  la condición de seres finitos. Entre las múltiples consecuencias de esto hay una que me interesa mucho y sobre la que escribí un artículo hace algún tiempo: la ausencia de libertad. Las mónadas, particularmente en su manifestación humana, perciben fenoménicamente su libertad, pero, si pudieran materializar su potencialidad aperceptiva, se darían cuenta de que no tienen libertad. Más claro, si la mónada humana de verdad pudiese acceder a todas las ideas de Dios que ella tiene en sí, notaría que el universo se gobierna por leyes causales y que no hay nada que no estuviese previsto en la mente de Dios antes de que sucediese. Listo. Eso, como sabemos, tiene mil consecuencias relativas al problema del mal, pero de eso me ocupé en mi artículo y no es importante ahora.

Vayamos brevemente a Schelling. Este autor desarrolla lo que Cyril O’Reagan llamo en clase un “protocolo no-standard” para concebir a Dios. Dios no es, como en la versión standard, un Dios todopoderoso, inmutable, etc., etc. Dios mismo deviene. Lo que preexiste, para Schelling, es una tensión entre el deseo de ser y el de no ser que, en un cierto “momento” (aquí ni el tiempo tiene sentido como categoría) es superada por el deseo de ser y, entonces, Dios deviene en la existencia y, eventualmente, cumple con las condiciones del protocolo standard. En la versión de Schelling, si entendí bien nuestra compleja discusión metafísica, Dios es menos ser que voluntad. Se trata de una voluntad ungrounded, porque “no hay nada” más que el deseo de ser que aún no es ser. Se trata de un ser en la virtualidad, si se quiere. Ok.

Volvamos a la analogía con el ser humano. Mi pregunta en clase fue más o menos esta, aunque en ese momento la propuse muy confusamente. Si retrotraemos la analogía usando el protocolo no-standard, ¿no resulta evidente que este Dios no tiene libertad?  Claro, potencialmente existe una polaridad de fuerzas (como en el hombre existe la pluralidad de opciones cuando de hacer algo se trata); sin embargo, a la larga, Dios, para ser Dios tiene que existir. Ergo, aunque potencialmente pudo no hacerlo, de facto esa posibilidad no existe. Dios, pues, se encontraría atrapado en los propios límites de lo que implica Su concepto. Toca seguir elaborando, pero, en serio, ¡qué fascinante es la especulación metafísica!

¿Interesante?


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