Leibniz sobrepasa los planteamientos cartesianos sobre la duda, apoyándose en la matemática, en el cálculo universal. Rechaza el intuicionismo cartesiano en el método, y compara todas las reglas a las prescripciones de los alquimistas.Si para Descartes la duda voluntaria es el procedimiento imprescindible para establecer la certeza, para Leibniz la duda deriva de un sentimiento interior inferior al formalismo demostrativo: el método lógico siempre será más satisfactorio que el método de la duda. Leibniz, por lo demás, parte de verdades indemostrables establecidas como primeras y fundamento de toda demostración posible. Leibniz reconduce y manipula el concepto cartesiano de la duda, que originalmente era un concepto terapéutico, para convertirlo en una búsqueda de grados de asentimiento o disentimiento, o también razones para la aserción. Considera que el procedimiento cartesiano de la duda es un instrumento psicológico, retórico, pero no metodológico ni lógico, que es un procedimiento para lograr aplausos, pero carente de fundamento lógico.En primer lugar, Leibniz sospecha del uso retórico de la duda por cuanto que, después de desplegarla Descartes acaba cediendo ante la evidencia de la geometría. En segundo lugar, Leibniz considera que el proceder cartesiano de tomar por falso lo que sólo es dudoso carece de validez lógica, no responde a la exigencia de la validez formal. Así pues, la duda es sometida por Leibniz a una crítica sobre las bases intencionales que la sustentan.También presta atención a algunos aspectos de desarrollo de la duda en Descartes. De las cosas sensibles, considera que sólo podemos esperar ver su relación entre sí mismas, de manera que el futuro pueda ser previsto a partir del pasado. Sobre las demostraciones matemáticas (genio maligno), dice que únicamente pueden ser seguras reexaminando los cálculos, pues el error surge simplemente de una falta de atención y de memoria, pero no de las demostraciones mismas.
En esencia, Leibniz no admite la duda como garantía de la evidencia: la lógica formal de Aristóteles y las reglas de los geómetras son preferibles.BIBLIOGRAFÍA:- Rodis-Lewis, G., Descartes y el racionalismo. Barcelona, Oikos-Tau, 1971.