No es sencillo lanzarse a escribir una opinión sobre una película como ‘Lejos de los hombres’. Esto no es, necesariamente, porque sea de difícil comprensión o porque su mensaje sea demasiado complejo como para analizarlo con algún fundamento en unas pocas líneas. Esta historia con una buena dosis de influencia existencialista, se desarrolla durante los primeros compases de la Guerra de Independencia de Argelia. Ya sabéis, colonizadores franceses contra un pueblo que quiere recuperar sus raíces. Tal confrontación humana, sin embargo, se enfoca en esta obra en un rincón de Argelia donde incluso el conflicto llega con retraso, y un profesor franco-argelino, enseña a un pequeño grupo de niños argelinos.
Aquí queda claro el porqué del título, pero no quiero confundir a nadie; ésta no es una película bélica en absoluto, más bien estamos ante una historia que aborda el tema de la justicia, derechos y libertades de cualquier ser humano, siempre sometidos a la historia y evolución de la civilización. Así dicho suena grande y profundo, pero por desgracia la cinta que tiene en Viggo Mortensen al protagonista principal, no acaba de cuajar tanto como desearía. El planteamiento es bueno: Daru, el profesor, se ve en la obligación de tener que escoltar y transportar a Mohamed a una ciudad para que sea juzgado por asesinato, convirtiéndose en un viaje no solo físico sino también moral y espiritual.
A partir de aquí, el espectador comienza a vagar por el árido paisaje argelino acompañando a los protagonistas, siendo partícipes de sus idas y venidas, y comprendiendo el mensaje que la historia nos quiere dar. En realidad, no es que la historia no funcione, pero claro, no todo el mundo tiene el talento de Bergman, por ejemplo, para tratar temas tan grandes y conseguir un resultado notable. ‘Lejos de los hombres’ acaba por convertirse en una correcta divagación pero no en una obra que genere un poso sobre el análisis que lleva a cabo.
¿Esto hace que sea una mala película? Ni mucho menos, pero no sé si lo suficientemente interesante; en definitiva, hablamos de cine. Podemos tener entre las manos un tema jugoso, pero hay que saber dotarlo de intensidad y emoción para atrapar al espectador; esto puede conseguirse de mil formas y no siempre necesariamente de efectismos múltiples ni trucos hollywoodienses. Quizás sea la forma y no el fondo lo que hace alejarnos de este viaje en busca de la libertad.