Santi (Eduard Fernández), un exconvicto, se establece en un pueblecito costero. Sabemos que es ordenado, puntilloso y parco, pero nada de su vida anterior. Marina (Elena Anaya), que trabaja en el hospital, parece interesarse por él. Ambos son personajes atormentados y complejos, a los que a veces no entendemos bien, y la cinta descansa en buena parte en la intensidad con la que viven la vida que les ha tocado en suerte. Esta historia nos hace plantearnos preguntas sobre la importancia del pasado, sobre si es posible borrarlo y redimirse, y de las complejidades de las relaciones entre las personas, aunque algunas de las respuestas son postulados y nos pueden dejar algo insatisfechos.Puntuación @zugome1: 7/10