Leña del árbol caído

.

Durante la pasada semana los españoles nos hemos hartado de leer y escuchar, por todos los medios de comunicación, cientos de voces pontificando, desde el rencor o la envidia, la animadversión o el derrotismo, el escarnio e incluso la perfidia, cómo la candidatura olímpica de Madrid había sido una ridícula quimera, un despropósito, una loca aspiración; cómo Madrid no podía haber ganado o cómo se merecíió el fracaso. Estos cenizos retroactivos, estos futurólogos del pasado y estos hinchas del fracaso ajeno se han dedicado a fondo a atizar los rescoldos donde aún se consumen la esperanza o la ilusión de millones de españoles, y el trabajo de todos los que han luchado por que Madrid fuera sede para el 2020. Hacer leña del árbol caído es, en el mejor de los casos, síntoma de poca valentía y un tanto de ruindad; y peor aún cuando disparan desde el púlpito de las ondas o las columnas de opinión. Bastante pena tienen quienes apostaban por el éxito para que ahora vengan quienes antes del 13 de septiembre no osaron apostar por la derrota y se ceben en los despojos. ¿Dónde estaban todas esas voces antes del fallo del Comité Olímpico? Tanto enterado que hoy expresa su sagacidad a posteriori o su mezquino corte de mangas, ¿dónde se hallaban? Ninguno de estos profetas “ex post” se había atrevido a hacer pronósticos con esa seguridad. Pero, claro, resulta muy fácil adivinar el pasado.

Lamentable actitud la de esa España que se enfanga en el derrotismo o que les desea a otros lo que no querría para sí.

.