De camino a los 58 tacos Juan Iranzo se topó con una tarjeta Black Caja Madrid Opaca Total y unas tiendas Women Secret, ETAM y Oysho que lo debieron poner cachondo. Encontró en ambos sucesos una “combinación” perfecta, tanto que decidió pegarse unas dos vueltas al mes por alguna de sus sucursales para mantener el ánimo, como mínimo, erecto. Iranzo es un reputado economista que aglutina – o aglutinaba – un manojo de cargos importantes. Ex secretario de Estado con José María Aznar, fue, durante tres años, miembro de la Comisión de Control de Caja Madrid, justo cuando menos se controlaba, y como este cargo no le estresó le metió “presión” a su negra tarjeta, a golpe de zapatería femenina, joyería, copas en locales nocturnos y otras “bragatelas”. Combinación perfecta para el ánimo, también.
Este economista, adalid del neoliberalismo, es, a su vez, uno de los colaboradores habituales en temas de economía en programas del canal Intereconomía (que Alá tenga en su gloria) y de 13 TV, un solo dios verdadero (la Conferencia Episcopal) por cuanto esta última ha fagocitado a la primera, dejando al ilustre colaborador con menos oportunidades de adelgazar, con sus implacables recetas, a los trabajadores patrios que tanta carga suponen para una patronal tan “sana” y sacrificada como la nuestra, capaz de poner la marca España en los mejores programas de humor nacionales y extranjeros.
Juan Iranzo es de esos economistas ilustres e ilustrados que tienen muy claras dos cosas: que no sabían que el uso de esa tarjeta fuera fraudulento e ilegal (un profesor de economía alegando ignorancia) y que los timados con las preferentes eran los únicos que entendían y sabían lo que firmaban, aunque fueran ciegos o estuviesen muertos, que ambos casos se dieron. El premio para los directivos por tan difícil tarea como la de hacer firmar a un muerto o a un invidente consistió en una tarjeta mágica, hasta para hacienda, aparte de vender antes que nadie el producto tóxico, haciendo uso de información privilegiada que ningún estafado tuvo. Todo esto entre desahucio y desahucio.
Al hombre aun le quedaba una pena, y era que su tarjeta no tenía PIN y no podía retirar dinero en efectivo. De haberlo podido hacer imagino que hubiese pagado la lencería a toca teja, de tal forma que el rastro de tan delicadas prendas hubiese sido un secreto, un asunto exclusivo de la piel a la que iba destinada. Imagino, por tanto, que vete tú a saber cuántas noticias como esta nos hemos perdido por hallarse otras tarjetas habilitadas de pin, y que retiraron casi dos millones de euros en billetes. Muy listo no fue nuestro economista, o muy seguro estaba de que andando Blesa por ahí nadie se iba a enterar, o a lo sumo que todo acabara en aguas de borraja, que es como suelen acabar los asuntos más serios en nuestro país. Pero huevos no le faltan, y haciendo gala del dicho “la mejor defensa es un buen ataque” esta tropa black dice que quienes deberían avergonzarse son los medios de comunicación que han publicado y aireado esta “necrológica” de la sociedad. No sé cómo no se le pasó por la cabeza pagarse con la black un sicario que liquidase a un par de mensajeros para amedrentar al colectivo. O se le pasó pero la ausencia de un puñetero PIN le chafó el plan, que estos asuntos se despachan con panoja a la vista.
Ha dimitido como miembro del Consejo Económico y Social, un pastón. Acaba de hacerlo también como consejero de Red Eléctrica Española, otro tanto. Dimite antes de que lo dimitan, que es como quedar honorablemente un minuto antes que miserablemente. Matices que no me distraen. Sin embargo todavía es decano del Colegio de Economistas de Madrid. Espero que dimita de los edificantes cursos que imparte sobre ética y transparencia, salvo que versen sobre la transparencia de un camisón, asunto en el que sin duda se ha doctorado. No es que el sistema esté tocado, es que está manoseado y violado. Ya no pido que devuelvan el dinero, ni que aprendan a pedir perdón, aunque prediquen en una tele episcopal, solo pido que nuestra memoria no se vuelva tan negra ni tan opaca como las tarjetas de la infamia.
Al final un chorizo hace bueno al otro, digo esto después de leer un excelente y simpático artículo de Jaime Poncela, como todos los que he leído de él, dedicado a Rodrigo Rato (Extracto) y en el que ha encontrado argumentos para otorgar indulgencias a este otro personaje, y lo curioso es que ¡casi me convence!