Estos últimos años, además de dedicarme a la maravillosa tarea de ser madre, me he aficionado a la observación. Abducida totalmente por mis hijos, he ido observando como día a día, pasito a pasito, han ido creciendo. Desde las primeras mañanas que despertaban en el moisés al pie de mi cama (a mi lado no cabía, ya hubiera querido yo) o a mi lado en la cama, hasta el día de hoy que duermen juntitos cada día, poco a poco, iba despertando y cogiendo en brazos a un ser diferente.
Una de las cosas que siempre me ha fascinado del ser humano es su capacidad de hablar, de comunicarse. Como el lenguaje ha evolucionado desde los primeros humanos, así un bebé pasa de emitir graciosos sonidos, balbuceos, hasta ser capaz de expresar conceptos reales y abstractos. A este último punto aun no hemos llegado pero, al menos con mi hijo mayor, ya tenemos conversaciones de lo más interesantes. Pero, hasta llegar a este nivel de desarrollo ¿por qué fases han pasado mis hijos?
Papá, el primeroAntes de ser madre, una de las pocas cosas que había oído era la emoción que se siente cuando oyes por primera vez de la boca de tu bebé la palabra “mamá”. Pues no fue pequeña la sorpresa cuando tanto mi hijo como mi hija lo primero que hicieron fue decir “papá”. Aun no hacían la esperada croqueta que ya repetían como loros pa-pa-pa-pa. He de confesar que sentí una “sana” envidia. Después de pasarme noches enteras con ellos enganchados a la leche de mamá, días enteros en brazos de mamá, del primero que se acuerdan es de su padre.
Aunque también es verdad que pronto se me pasó la “frustración”. Lo siguiente que dijeron fue, al fin, “mamá”. Y nunca pensé que pudieran repetirlo tantas y tantas veces. Cuando los dos se ponen de acuerdo (mamá, ven, mamá, aquí, mamá, ábrelo, mamá, tengo sed, mamá, juega conmigo, mamá, mamá, mamá) reconozco que en esos momentos hubiera preferido que también se acordaran de papá.
Todo es que noEs curioso que una de las primeras palabras que dicen los niños es “no”, acompañada de un gracioso gesto de cabeza que, al cabo del rato ya no nos parece tan gracioso.
A vestirse, no. A comer, no. A cambiar el pañal, no. No. No.
Bueno, tarde o temprano, cuando ven sus beneficios, aprenden su opuesto o una versión: “shi”, “sssssi” o algo parecido. Sobretodo cuando les preguntas si quieren un helado.
Egocentrismo en estado puroEs muy divertido ver como un bebé que empieza a “entender” es incapaz de entender la relatividad de los términos “yo” y “tu”. Recuerdo hacer un experimento con mi hijo cuando tenía poco más de un año y le pregunté a mi hijo.
- ¿Quién es mamá?- Yo- ¿Y el tete?- Tu- Shí- El tete, tu- Mamá, yo- Noooo
Así nos pasamos un buen rato riéndonos con él mi regazo señalando a tu y a yo como un poseso y con una confusión total. Con mi hija lo hemos simplificado.
- ¿Quién es la más guapa?- Yo- ¿Quién quiere ir al parque?- YoooooEl tú ya llegará.
Otra palabra que les encanta cuando son pequeños es su nombre. Sea fácil o difícil (yo tengo de todo) ellos se lo adaptan a sus sonidos y a partir de ahí están dispuestos a conquistar el mundo. Cuando quieren hacer algo, repiten como posesos su nombre o, en su defecto “yo, yo, yo”.
Yo y los demásA parte de mamá, papá y ellos, pronto empiezan a nombrar a los demás, sobretodo a sus abuelos y a los que les rodean. Pequeña Foquita “sabe” el nombre “tuneado”, claro está, de todos los niños con los que juega cada día. Y no son pocos.
Yo y el entornoLas palabras de aquello que necesitan también están entre las primeras que aprenden. La estrella de Pequeña Foquita, su ábrelo. Pero también tenemos el agua, los patos (zapatos), el teón (tenedor), la cucala (cuchara), el tito (osito) y un largo etc. Sin prisa pero sin pausa, van creando su propio repertorio de palabras.
Empezamos a “hablar”Una vez han conseguido fichar a todas las personas y objetos necesarios o habituales en su vida, empiezan a construir frases.
Mamá, Pequeña Foquita, a mana (Mamá, Pequeña foquita te da la mano)
Mamá, tete colán (Mamá, el tete se sube al tobogán)
En estas dos frases falta algo ¿verdad? No sé por qué razón, los verbos no están presentes en los inicios del habla. Bueno, excepto algunas órdenes como, “venne mama” cada vez que Pequeña Foquita requiere de mis perjudicados brazos (13 kilos de niña se dice pronto). Pero en una frase normal, aun no han aparecido. Pero si Pequeña Foquita sigue la misma evolución que su hermano, no habrá problema. Primero con los infinitivos o los participios y después con algún tiempo presente, poco a poco van construyendo bonitas frases y empiezan a hablar de verdad.
Es increible como de un modo progresivo y relativamente rápido conjugan verbos sin problemas. Pero aquí no acabará la cosa, luego llegarán los adverbios, las preposiciones y todo ese fantástico mundo del lenguaje que construyen con esa preciosa lengua de trapo.