Lengua largaHabía una vez un niño llamado Martín que se consideraba tan sincero que decía todo lo que pensaba aunque su sinceridad y sus palabras muchas veces fueran hirientes, fuera de tiempo y de lugar.
Una noche mientras dormía comenzó a soñar que estaba en la escuela y desenfrenadamente decía sin analizar todo lo que pensaba a sus compañeros:
_ ¡Bla bla bla! Y su lengua crecía y crecía saliendo de su boca hasta llegar colgando a la barbilla.Luego se acercó a la profesora y sin sopesar sus palabras le expuso todo lo que pensaba de ella:_ ¡Bla bla bla!Y su lengua continuaba creciendo y creciendo, bajando de la barbilla a la cintura.También llegaron sus padres e igualmente les expresó todo lo que pensaba de ellos sin medir sus palabras:_ ¡Bla bla bla!Su lengua se hacía cada vez más larga, pero tan larga, que cuando bajó hasta los pies comenzó a envolverlo por todo el cuerpo quedando la punta de la lengua como adorno en la coronilla de su cabeza amenazando con crecer más arriba, hasta las nubes.Atrapado por su propia lengua, Martín gritaba y gritaba pidiendo ayuda pero nadie le escuchaba, nadie le veía. El sudor y la desesperación comenzaron a apoderarse de él hasta que por fin despertó con un grito de angustia.La madre al escucharlo corrió a su habitación y Martín le contó su pesadilla. Después de escucharle en silencio la madre le explicó:_ Hijo, has tenido esa pesadilla porque dices todo lo que piensas y hay que ser prudente con las cosas que decirnos._ ¿Eso significa que no puedo expresarme?_ preguntó Martín confundido._ Claro que debes expresarte; pero hay que guardar algunos pensamientos porque no todo lo que pensamos podemos decirlo_ explicó la madre dulcemente._ ¿Por qué?_ volvió a preguntar Martín._ Porque las palabras tienen poder para causar efectos bonitos y positivos y poder para causar efectos feos y negativos. Los efectos negativos los conocía muy bien Martín, por eso comenzó a ser prudente con todo lo que decía para no volver a quedar atrapado con los dichos de su lengua.Autora: María AbreuEl neciodice todo lo que piensa, el sabio piensa todo lo que dice (Proverbios 21:26)