Los mayores diarios catalanes, La Vanguardia y El Periódico, que favorecían el independentismo hasta las elecciones del 25 de noviembre, se han vuelto menos rupturistas con el resto de España, igual que sus lectores, que salen del armario como españolistas o, más exactamente, como castellanistas.
El fenómeno comenzó a detectarse nada más conocerse el triunfador fracaso del Artur Mas, con su pérdida de 12 diputados, y que Ciutadans, catalanista y españolista, pobre de solemnidad pero rico en imaginación, había pasado de tres a nueve.
Atentos a su líder, Albert Rivera, joven y dinámico, cuyo discurso va a más, mientras Mas a menos, el PSC-PSOE deambula desorientado, y ERC y CUP son anacronismos en el mundo actual.
Leer los comentarios a las noticias y a los articulistas en ambos diarios es un ejercicio didáctico: antes de las elecciones, especialmente en La Vanguardia, aparecían arengas patrióticas de articulistas y lectores independentistas cercanas al racismo, incluso al nazismo.
El cambio ha sido espectacular. En ambos diarios los lectores se explayan ahora en defensa de la doble identidad española y catalana, y los independentistas son minoría: exactamente al revés que antes del día 25.
No parece que sea una labor dirigida por los moderadores. No. Es una salida del armario de los antes intimidados hispanocatalanes o catalanohispanos.
La tendencia se multiplica tras el anuncio del ministro José Ignacio Wert de que por ley los padres podrán exigir que sus hijos reciban clases en castellano tanto como en catalán, y que si la Generalidad no las facilita deberá pagar colegios privados que sí lo hagan.
La mayoría de los lectores se ha soltado la lengua con el entusiasmo de los presos que acaban de salir de la cárcel. Son lenguas libres. Compruébelo usted en las webs de ambos periódicos.
Pero van a censurarlas por antipatrióticas y traidoras: no se puede permitir la rebelión de los maltratados.
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SALAS