Lenguas muertas

Cuando de su boca comenzaron a salir palabras ininteligibles la mujer se asustó. Al mirar a su esposo, tampoco comprendió nada de lo que mascullaba. Se gritaron sinsentidos. Sus hijos boquiabiertos pronunciaban sonidos desconocidos. El horror se apoderó de la familia, que con los ojos abiertos miraban a su alrededor. Por toda la Torre, los habitantes de Babel se esforzaban por hacerse comprender, nadie entendía, nadie sabía. En pocos minutos la mayor parte de ellos huyeron atemorizados por tamaño castigo. Ella supo que algo distinto le había ocurrido, porque a diferencia de los otros, la mujer no lograba comprenderse, no sabía que era lo que su boca se empeñaba en balbucir. Enloquecida saltó por el balcón de la planta cincuenta y tres, Mientras caía, gritaba. Eran sonidos primitivos, espantosos, que petrificaron a los presentes. Ella, en cambio, sintió paz. Por fin sabía lo que su boca expresaba a chillido limpio: un terrible miedo a la muerte.
Al estamparse en un golpe seco contra el suelo, los pocos habitantes de Babel fueron conscientes de que un hecho de vital importancia acababa de suceder: había nacido la primera lengua muerta.