Revista Cine
Director: Aki Kaurismäki
Era que no, ahora corresponde hablar de la secuela de "Leningrad Cowboys go America", pues las cosas deben tener un cierre apropiado, ¿no? -lo dice el sujeto que no pudo terminar su retrospectiva vampirica... qué irónico-. Si "Calamari Union" es una incuestionable genialidad y la que sigue -la de los vaqueros de Leningrado- es un correcto entretenimiento, la cinta de hoy es un terrible descenso en cuanto a calidad, un paso en falso que termina en caída. Para serles honesto, no le veo mucha gracia a esta película y cuestiono el que se haya llevado a cabo. ¿Quizás la continuación de una broma que, al menos al inicio, había salido bien? Eventualmente las cosas se desgastan y "Leningrad Cowboys meet Moses" es un claro ejemplo de aquello: cero frescura y originalidad.
Al inicio de la película unos textos nos ponen de manera bastante efectiva al día: los Leningrad Cowboys se hacen mega-famosos en México y viven la vida loca. Claro que la fama tiene sus consecuencias, una de ellas la adicción al tequila, culpable de la muerte de varios vaqueros rusos. Los pocos que quedaron decidieron irse a vivir al desierto y alejarse de los problemas, pero cuando una oferta de trabajo les llega, entonces el exilio se va al carajo y los vaqueros vuelven a la carretera.
No es que Kaurismäki y los suyos se hayan propuesto hacer la octava maravilla cinematográfica, ni siquiera una película muy buena, pero el nivel logrado en la cinta de hoy es el triste resultado de su carácter eminente y fallidamente paródico, presa de un humor reiterado -chiste repetido sale podrido, bien dicen- que hace caer a la película por su propio peso muerto. En la anterior aventura de los Leningrad Cowboys estaba totalmente claro qué era lo que se quería retratar a través de las alocadas desventuras de estos músicos siberianos, algo que en esta ocasión se pierde por completo. Todavía no logro distinguir claramente qué clase de película es esta, porque la crítica al sistema se esfumó y el toque musical se reduce a unas cuantas performances que los tipos estos ejecutan. Se podría decir que hay "algo" en dos hechos específicos: (i) el que los vaqueros sobrevivientes decidieran emprender un nuevo viaje con tal de tocar de nuevo es una buena señal de que la música sigue siendo lo que los mueve, lo que le fluye por las venas, lo que está en su sangre, o al menos esa es la impresión inicial; y (ii) el que los mismos quieran volver a su hogar también podría ser una señal de que no hay nada como la tierra que nos vio crecer, y que no vale la pena ensuciarse en un ambiente hostil y asqueroso en donde no aprecian realmente lo que haces: en casa tu música será mejor aceptada. Incluso podría tratar que el sueño no es eterno y que eventualmente tenemos que aterrizar en la tierra y volver con el rabo entre las piernas a la casa materna, lo que es mucho más devastador que los dos primeras posibilidades.
Si esas eran las premisas ubicadas en la línea de tiempo de la película, el ir de (i) a (ii), que es básicamente lo mismo pero cambiando el entorno, entonces ahora que lo pienso mejor tiene más sentido, pero durante el visionado era apenas perceptible, ahogado la mayor parte del tiempo en ires y venires, situaciones repetidas, algo incomprensiblemente divino, nuevos personajes metidos con calzador y una trama sobre determinada nariz que no tiene cómo justificarse. Todos esos malos ingredientes sin duda que tenían como intención hacer reír, entre abundantes carcajadas y lágrimas risueñas, pero lo cierto es que terminan siendo contraproducentes, pues no son ni graciosas ni tampoco ayudan al buen fluir del relato, irritantemente cansino y arrítmico, y sin una base argumental coherente o verosímil -y lo digo siendo cosciente de que la verosimilitud no es algo en lo que Kaurismäki y los suyos se esfuercen con respecto a la historia de los sujetos de peculiar apariencia-. Y todo lo anterior es así de confuso porque "Leningrad Cowboys meet Moses" no es una película que hable por sí misma ni que haga reír por sí misma; es forzada y artificial hasta el hartazgo. En pocas palabras, digamos que los Leningrad Cowboys perdieron su identidad, lo que me lleva a lo siguiente: lo peor de esta película es que no hay mirada ni cosmovisión que enriquezca el relato; por eso todo resulta tan plano y superficial: son situaciones que nacen producto del capricho.
Lo que podría rescatar son los números musicales, en menor cantidad que antes y, huelga decirlo, también en calidad, que no es tan grave y no evita que hayan un par de canciones muy buenas y animosas, como aquella que vemos cerca del final. No hay mucho más que se nos ofrezca salvo lo anterior y un par de momentos de lucidez, como aquella discusión entre Moses -otra manera de llamar al viejo y sinvergüenza Vládimir, déspota manager- y un vaquero, con otro sentado entre medio, en la que, el primero mientras lee un libro religioso y el segundo uno de Marx, discuten cosas como la lucha de clases y la buena moral cristiana, a lo que el tercero, notoriamente harto de la discusión, se pone de pie y se va afirmando "típica discusión de gringos". Amén a eso, hermano; aunque yo diría que esa es típica discusión de cualquier sujeto que se trague todos esos asuntos -ambos- tan obsoletos en la época actual nuestra -y por desgracia no faltan, créanme-. Es uno de los ejemplos que se cuentan con los dedos de una mano, y que aún siendo tan pocos, ya no logro recordarlos del todo bien; el anterior me pareció el momento de lucidez más notable.
Está claro, no es lo mejor que haya hecho Kaurismäki. "Leningrad Cowboys meet Moses" es una película sin la misma frescura e impacto que causó la anterior entrega; de hecho, yo diría que es un alevoso intento de seguir aprovechando la buena imagen creada con aquella cinta. No es la clase de aventuras que se merecían estos sujetos, claro que no. En suma, no es nada imprescindible ver esta película, pues es casi lo mismo que la primera -mal hecho, obvio- pero esta vez en europa. Es como si todo este nuevo viaje intentara ser el cierre definitivo a la empresa iniciada en "...go America", pero ya se vio que el tiro les salió por la culata. Hubiera sido infinitamente mejor haberse quedado con la incertidumbre de cómo hubiese vivido esta entrañable banda en México, al igual que con varios finales de Kaurismäki en las que el aparente buen final no es garantía de una vida mejor. En definitiva, acá se apostó por lo obvio y se fueron a la segura, gran problema que hace de "Leningrad Cowboys meet Moses" una mala película y una tremenda decepción.
Podría decir que en este caso Kaurismäki sí que se traiciona, pues hace una película vacía y sin su particular mirada, casi como si los amigos le hubiesen dicho "vamos, tu sabes hacer películas, hagamos otra de los Leningrad Cowboys" y él respondido "ok, ok, bueno". Una verdadera lástima.
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