Revista Baloncesto

Leo Rodríguez: "Pase lo que pase, siempre soy fiel a mí misma"

Publicado el 23 septiembre 2020 por Toni_delgado @ToniDelgadoG
Cronómetro de Récords entrevista a la escolta del Perfumerías Avenida 

Leo Rodríguez durante la Supercopa Liga Femenina Endesa de Bilbao. Foto: Alberto / Nevado.


Toni Delgado (@ToniDelgadoG) #baloncestofemenino #LFEndesaNunca supe en qué piso vivía Claudino, pero sí que era mi vecino favorito. A pesar de caminar encorvado y con dificultad, nunca perdonaba su paseo matinal por la playa ni una sonrisa que te contagiaba hasta en tu día más gris. Con Luisa Manso hablo por teléfono, no sé cara tiene, pero me recuerda a Claudino porque también cambia estados de ánimo. 

Luisa Manso es la madre de la escolta Leo Rodríguez (Las Palmas de Gran Canaria, 1991), que se ha adaptado de maravilla a un Perfumerías Avenida en el que vive su segunda etapa. Le pregunto a la madre por qué le daría las gracias a su hija y le sobran los motivos: "Por las muchas satisfacciones que nos ha regalado; por jugar con esa alegría y permitirnos acompañarla  en los campeonatos para conocer otros países y culturas; por ser una hija tan agradable y encajar tanto y tan bien los golpes". Y recalca: "El nivel de sufrimiento de Leonor es muy elevado".   Leo se emociona cuando le leo las palabras de Luisa.
—¡Yo le tengo que dar las gracias por muchas cosas más! Jo... La verdad... Si encajo así los golpes es, en parte, por la educación y la filosofía que hemos recibido de mi padre y mi madre, personas mágicas, especiales. Mis dos hermanas, mi hermano y yo hemos tenido una infancia súper feliz, con problemas y soluciones. ¡La familia unida es invencible! Ojalá con los años me parezca más a mi padre y a mi madre...   
—¿Te consideras una persona generosa?
Sí. Forma parte de mi carácter. 
—¿A veces te perjudica ser tan generosa en la pista? 
Es posible. Aunque si creo que la decisión es la mejor para el equipo, siempre será buena. Prefiero ser fiel a mis principios, valores y forma de ser porque así duermo con la consciencia tranquila. 

Leo Rodríguez contra el mundo. Foto: Alberto Nevado / FEB. 


—Muchos entrenadores y entrenadoras te han pedido que seas más egoísta en la pista. 
Es verdad. Domingo Díaz [su exentrenador en el CB Islas Canarias] sigue haciéndolo. Estoy aprendiendo a regular esa generosidad porque, a veces, ayudo al equipo lanzando ese tiro. 

—Cada vez eres más una jugadora de rendimiento inmediato. 
¡Muchas gracias! Al final, te das cuenta de que cualquier detalle es decisivo y que cada segundo en ataque y en defensa es oro.  —"Valoro más los minutos que juego", me dijiste tras ganar tu segunda Copa de la Reina con el Perfumerías Avenida, de nuevo en el Pabellón Jorge Garbajosa de Torrejón de Ardoz, y esta vez ante el CB Conquero. 
Como cualquier jugadora quería jugar y ese año aprendí a ser más fuerte y adaptarme al entrenador y a las circunstancias. Casi siempre tienes compañeras que son buenísimas. Pase lo que pase, siempre soy fiel a mí misma.  
—¿El primer gran golpe de tu vida fue renunciar al chocolate cuando te salió colesterol? 
[Se ríe]. No era hereditario y en casa comíamos muy sano. Intentaron frenarlo con las dietas. Con los años nos dijeron que endógeno y que no se puede controlar del todo. Era muy peque y tuve que asumir que no podía abusar del chocolate. Los primeros cumpleaños de mis amistades fueron muy difíciles. ¡Miraba hacia otro lado! De mi infancia sólo tengo buenos recuerdos. 
—¿Ese episodio te marcó para estudiar Nutrición humana y dietética? 
Sí. Aunque si no me hubiese ido a Estados Unidos, habría hecho Medicina aquí. Tenía nota suficiente.  

Leticia Romero y Leo Rodríguez con el trofeo del Eurobasket de la República Checa (2017). Foto: Alberto Nevado / FEB.


—¿Siempre te ha gustado ayudar?
Sí. Me encanta.  
—Hasta el punto de cuidar niños y niñas del vecindario.  
[Se ríe]. Es cierto. Ahora mismo exprimo todos los minutos que paso con mis sobrinos. 
—A veces te han puesto como compañera de habitación a compañeras que quizás estaban más alicaídas, tristes...  
Ah, pues no eso no lo sabía yo... A lo mejor es por mi carácter: soy alegre, cercana y positiva, y no me cuesta preguntarle qué le pasa a una compañera si veo que está mal. Si quiere hablar de ello, hablamos.  
—A Vanessa Blé la ayudaste mucho. 
Ay, Vane... Imagínate cómo te puedes sentir cuando, siendo muy joven, aterrizas en otro país sin saber el idioma, con otra cultura y religión... Eso es lo que vivió ella y me intenté poner en su piel. Le tengo mucho cariño y me alegro de sus éxitos.  

La escolta internacional en su época en el CB Islas Canarias. Foto: Gigantes.

Hasta la cuarta semana de agosto no se anunció cuál sería tu nuevo equipo, el Perfumerías Avenida. Seguro que tuviste ofertas antes.  Sí. Estuve dos meses en Italia haciendo la cuarentena y la continué en España... Todo estaba en el aire y, de hecho, sigue en el aire. Pensé que lo mejor era esperar una propuesta que me convenciera a nivel deportivo, personal y de salud. Gracias a Dios ha salido bien y estoy contenta en el Perfumerías Avenida. —¿Estabas dispuesta a empezar a jugar en enero?
Yo quería comenzar la temporada, pero tampoco me quería ir fuera y que, por ejemplo, no hubiese Euroliga... No iba a firmar por firmar. Habría sido capaz de esperarme a enero.
—¿Fue la Euroliga lo que te separó de volver al CB Islas Canarias?
En parte sí. En verano siempre me entreno en el pabellón de la Paterna y es cierto que el club me dijo que me quería. Me ofrecían irme si al final había Euroliga, después de Navidades... 
—Es la primera vez que sólo firmas por unos meses. Será raro que, con tu rendimiento actual, no te quedes hasta el final de temporada. Pero... ¿Cómo vives esa incertidumbre?
Cada vez que toco una pelota, doy las gracias porque no sé cuándo será la última vez, cuándo daré positivo o si se cancelará la Liga. Te mentiría si no te dijera que preferiría estar 100% tranquila, pero, a la vez, estoy muy contenta de volver a disfrutar de la Liga Femenina Endesa. Me siento más yo misma que nunca.  
—En la pista no lo pareces, pero tu madre asegura que fuera, a veces, eres impulsiva, como al volante. 
[Se ríe]. Bueno, soy muy segura conduciendo y ella me dice que podría tomar algunas decisiones más pausada. En la cancha soy más tranquila, bastante estable y constante: ni estoy triste ni dando saltos de alegría.  

¿Foto espontánea o preparada? Sólo Silvia Domínguez, Leo Rodríguez y Alberto Nevado lo saben... Foto: Alberto Nevado / FEB.


—Para mí eres una jugadora muy infravalorada. ¿Crees que tu trabajo silencioso y tu discreción te han hecho ser menos visible?   
No lo sé. Si siendo infravalorada he ganado tres medallas con la absoluta [en un Europeo, un Mundial y unos Juegos], he jugado en otros tres países, me he sacado una carrera y un máster, y he aprendido otro idioma... Y lo he hecho siendo fiel a mis valores y principios pues... Es lo que hay. Soy así. Prefiero trabajar y trabajar y que las cosas acaben llegando. 
—"Es un trozo de pan. Leo siempre está contenta y nunca pierde las formas. Se adapta rápido. Pregúntale por su paso por Turquía. Seguro que te cuenta varias anécdotas", me pide Anna Cruz.   
Ay, la Crunchi... Ella también es buena persona. Ostras... ¿Qué no me pasó en Turquía? [Se ríe]. La cultura es tan diferente... Viví muchas situaciones extrañas. En los entrenamientos había  gritos constantes. "¡Venga! ¡Venga! ¡Rápido, rápido!". Muchas jugadoras duraron muy pocos días, el presidente del club lo era también de otros de tres, y cuando nos faltaban jugadoras las traía de sus otros equipos... De la misma Liga. 

¿El juego de la silla? Foto: Alberto Nevado / FEB.


—¡Un presidente de varios clubes de la misma Liga!
Así es. Mi paso por el Cukurova fue una gran experiencia, otra más para la maleta, pero hubo situaciones que no te crees hasta que no las vives.  
—A principios de año firmaste por el Famila Schio y allí, en Italia, te pilló la pandemia. "Ya ni me acuerdo de mi último partido", le contaste a Nacho Duque en Marca a finales de marzo. 
Perdí la noción del tiempo. Cuando se canceló el primer partido de Euroliga, llevábamos varios encuentros a puerta cerrada en la Serie A1. Sandrine Gruda y yo fuimos las últimas extranjeras del equipo en volver a casa.  
  
—Supongo que aterrizar en España fue una gran alegría, pero que te enfadaste porque no te hicieron ningún control en el aeropuerto.  
Sobre todo fue un momento feliz. Sí que me indigné un poco porque me habían dicho que lo más responsable era quedarse  más tiempo en Italia, y que cuando volviese no me controlasen... Pero estaba con mi familia, me pagué los PCR y ya está. No iba a sacar nada refunfuñando. Me cuesta mucho enfadarme. 

Leo Rodríguez en su etapa en Florida State. Foto: Florida State University. 

—No pudiste jugar con Florida State el primer año porque la NCAA te sancionó con un año sin competir y con una multa económica por haber jugado con profesionales en España siendo amateur en la Liga Femenina.  
Fue un golpe muy duro del que me costó reponerme. Me centré en exprimirme en los entrenamientos, en los estudios... En el banquillo también puedes aprender y ayudar mucho. Siempre me sentí útil.  
—Tiempo después te dijeron, directamente, que no contaban contigo y te ofrecieron volver a España si así lo deseabas. Lo fácil habría sido regresar, aunque tuvieses problemas para convalidar las asignaturas.  
Eso ocurrió en mi segundo año en Estados Unidos. Sabía que podía jugar a ese nivel, que necesitaban a una jugadora como yo y que no iba a renunciar a una experiencia de esas dimensiones. Trabajé, trabajé y trabajé, y fui titular el tercer año y el cuarto. 

Shay Murphy, Marta Xargay, Vanessa Blé, Lao Rodríguez, Mariona Ortiz, Clara Hernández y Marija Rezan con la Copa de la Reina de 2015. Foto: Alberto Nevado / FEB.

—¿Te costó mucho quedarte?
Fue una decisión muy dura. Me pasé 20 minutos reflexionando antes de llamar a casa. Era consciente de que me iba costar mucho más de lo que pensaba, pero también de que, si seguía trabajando como querían, conseguiríamos éxitos. Lo sabía y lo sentía. Sigo en contacto con mis entrenadores y entrenadoras de Florida State e incluso he ido a visitarles otros veranos. Nos apreciamos mucho. 

—¿Te reconocieron el mérito de pasar de ser prescindible a imprescindible? 
¡Sí! Estaban muy contentos con mi decisión y me confesaron que en mi caso no habrían hecho lo mismo. [Risas]. Me ponían de ejemplo a las jugadoras que quizás no le salen bien las cosas el primer año. Yo no veo como un ejemplo, sino como un caso más de que con trabajo y constancia y conociendo tus límites puedes lograr cuanto te propongas. Afortunadamente, nunca me he lesionado.  
—Tuviste una pequeña lesión en la sub 16. 
No la cuento porque fue un esguince de tobillo que me hizo perderme algún entrenamiento, pero que no me impidió jugar el Europeo y... ¡Ganamos el oro!  

Leo Rodríguez, poco antes del inicio de la final de la Copa de la Reina de Girona de 2017. Foto: Alberto Nevado /FEB.

—Llegaste al Uni Girona después de un par de temporadas complicadas en el Perfumerías Avenida. ¿Cómo te marcó Èric Surís? 
Es un entrenador diferente, calmado y sereno que te da confianza sin gritarte todo el rato. Èric me ofreció una libertad en la pista que echaba de menos. Me sentí parte importante del equipo desde el principio. 
—"Intento recuperar la identidad que me caracteriza", confesaste a Cronómetro de Récords tras la semifinal ante el Araski en la Copa de la Reina de Girona. ¿En el Uni conseguiste ese propósito? 
¡Sin duda! Tanto en el Uni Girona, el Wisla, el Cukurova y el Famila Schio, y creo que también ahora en el Perfumerías Avenida.
  —¿Hablas mucho con Roberto Iñiguez?
Bueno... Lo normal. Es un entrenador con el que puedes dialogar, que te escucha y te da su opinión. Me gusta mucho su filosofía dentro y fuera de la pista. 
—Roberto Iñiguez parece alguien que si te puede decir algo en el minuto 14 no lo hará en el 15. 
Exacto. Roberto Iñiguez siempre es sincero y eso es impagable.  
—¿Cómo son unos Juegos Olímpicos desde dentro? 
Una aventura mágica y un sueño casi inalcanzable que no me empecé a creer hasta que no volábamos hacia Río. Cada día me sentía agradecida y privilegiada.   

La entrevistada con la medalla de plata olímpica en el Aeropuerto Madrid-Barajas Adolfo Suárez. Foto: Alberto Nevado / FEB.

—¿Estuviste cuatro días con la boca abierta como Anna Cruz¡Por supuesto! ¡Casi no parpadeábamos para no perdernos nada! [Risas]. —¿Pudieron ir tu padre y tu madre?
Creo que ha sido el único campeonato con la selección en el que no me ha acompañado la familia, ya que mi hermana estaba embarazada y en Río estaba el peligro del virus zika. Lo disfrutaron mucho desde la distancia. Desde dentro fue muy especial, sobre todo por el grupo humano que formamos: cada victoria era una explosión de alegría... Subimos al podio agarradas de las manos. ¡Éramos plata olímpica! Se te pasan mil imágenes por la cabeza: el esfuerzo y la convivencia, muchos momentos de tu carrera, te acuerdas de los tuyos...     
—¿Qué aprendiste de Laura Maestre?
Laura era una persona mágica que sonreía incluso en los peores momentos. Cuando se sentía muy mal y no quería que le preguntara cómo estaba, me pedía que le contase cosas positivas. De Laura aprendí a sonreírle más a la vida, sobre todo cuando estás más destrozada. 
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