Así que allí nos fuimos, y disfrutamos de otra bonita ciudad colonial algo más grande que Granada y menos cuidada. El encanto también lo tiene y los paseos también son tranquilos, agradables y calurosos, sobre todo calurosos. Visitamos el museo de la revolución, que no es más que una antigua casa colonial en la plaza central con fotos de la guerra y una breve explicación de la historia del FSLN.
Finalmente, tomamos el domingo un bus hasta la frontera con Honduras, otro atravesando dicho país hasta la frontera con El Salvador, y de ahí encontramos uno directo hacia San Salvador. Lo curioso es que solo tardamos 10 horas, cuando el bus que habíamos perdido tardaba 12 y valía el doble. Salió redonda la jugada, disfrutando así de unas vacaciones inolvidables en la querida Nicaragua, Nicaragüita...