Revista Cultura y Ocio

León Felipe, unos poemas

Publicado el 26 marzo 2014 por David Pérez Vega @DavidPerezVeg
No recuerdo si conocí al poeta León Felipe (Tábara, Zamora, 1884 – Ciudad de México, 1968) gracias a alguna lectura propuesta por un libro de texto de Lengua del Instituto o fue ya un poco más tarde en la Antología de Poesía Española de Gerardo Diego publicada en 1934; libro del que, como ya he contado aquí alguna vez, tengo en casa su primera edición. Pero sí me recuerdo, en mi habitación en Móstoles, con diecinueve o veinte años, leyendo en la noche y hasta el espanto poemas como ¿Quién soy yo? y Como tú, cuyos primeros versos me siguen todavía asaltando en los momentos más extraños (“Así es mi vida, / piedra / como tú. Como tú, / piedra pequeña” o bien “No es verdad. / Yo no ahueco la voz para asustaros. / ¿Voy a vestir de luto las tinieblas?”) León Felipe, unos poemas
Dejo aquí estos dos poemas que tanto me gustan de León Felipe, leídos en la antología de Gerardo Diego:
¿QUIÉN SOY YO?
No es verdad.
Yo no ahueco la voz para asustaros.
¿Voy a vestir de luto las tinieblas?
Yo digo secamente: Poetas,
para alumbrarnos
quemamos el azúcar de las viejas canciones
con un poco de ron.
Y aún andamos colgados de la sombra.
Oíd,
gritan desde la torre sin vanos de la frente:
¿Quién soy yo?
¿Me he escapado de un sueño o navego hacia un sueño?
¿Huí de la casa del Rey o busco la casa del Rey?
¿Soy el príncipe esperado o el príncipe muerto?
¿Se enrolla o se desenrolla el film?
Este túnel, ¿me trae o me lleva?
¿Me aguardan los gusanos o los ángeles?
Mi vida está en el aire
dando vueltas, ¡miradla!,
como una moneda que decide...
¿Cara o cruz?
¿Quién puede decirme quién soy?
¿Oisteis? Es la nueva canción…
Y la vieja canción...
¡Nuestra pobre canción!...
¿Quién soy yo?...
Yo no soy nadie. Un hombre
con un grito de estopa en la garganta
y una gota de asfalto en la retina.
Yo no soy nadie. Y sin embargo,
mis antenas de hormiga han ayudado
a clavar la lanza en el costado del mundo
y detrás de la lupa de la luna
hay un ojo que me ve como a un microbio
royendo el corazón de la tierra.
Tengo ya cien mil años, y hasta ahora
no he encontrado otro mástil de más fuste
que el silencio y la sombra donde colgar mi orgullo.
Tengo ya cien mil años
y mi nombre en el cielo se escribe con lápiz.
El agua, por ejemplo, es más noble que yo.
Por eso las estrellas se duermen en el mar
y mi frente romántica es áspera y opaca.
Detrás de mi frente (escuchad esto bien),
detrás de mi frente hay un viejo dragón:
El sapo negro que saltó de la primera charca del mundo
y está aquí, agazapado en mis sesos,
sin dejarme ver el amor y la justicia...
-Yo no soy nadie.
(¿Has entendido ya
que yo eres Tú también?...)
COMO TÚ...
Así es mi vida,
piedra,
como tú. Como tú,
piedra pequeña;
como tú,
piedra ligera;
como tú,
canto que ruedas
por las calzadas
y por las veredas;
como tú,
guijarro humilde de las carreteras;
como tú,
que en días de tormenta
te hundes
en el cieno de la tierra
y luego
centelleas bajo los cascos
y bajo las ruedas;
como tú, que no has servido
para ser ni piedra
de una lonja,
ni piedra de una audiencia,
ni piedra de un palacio,
ni piedra de una iglesia;
como tú,
piedra aventurera;
como tú,
que tal vez estás hecha
sólo para una honda,
piedra pequeña
y
ligera...

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