Revista Cultura y Ocio
No sé qué tiene de especial que Leonard Cohen entre en un supermercado y compre una bolsa de patatas fritas. Quizá tan sólo sea la evidencia de que hay otro Leonard Cohen. Incluso se admite la idea de que exista un tercer leonard cohen: el que llega a casa, se tira en el sofá, enciende la televisión y se bebe tres latas de cerveza. No hay nada sancionable en esa imagen exenta de lirismo. No se puede estar a tiempo completo siendo Leonard Cohen, el trovador, el melancólico, el profundo. Lo que no sabemos es cuál es el verdadero o si todos lo son. También podrían ser todos falsos. Que Leonard Cohen sea una impostura. Que cuando en un escenario esté cantando Suzanne y sintamos cómo Suzanne nos ofrece té y naranjas que vienen de China y deseemos viajar a ciegas con ella y ver a Jesús caminar sobre las aguas, Leonard Cohen esté pensando en la lista de la compra y recuerde si faltan leche semidesnatada o cerveza belga en el frigorífico. No sabemos nunca nada de esto. Al artista se le desea artista. No deseamos conocer quién hay detrás. De forma ideal, Leonard Cohen no debería salir a la calle y comprar patatas fritas en un supermercado. No sabríamos qué decirle. Todo lo que se nos ocurriera sería irrelevante. Porque Leonard Cohen no está en el supermercado. No es él en absoluto. Es el cohen dos o el tres o el nueve. Habrá uno para cada circunstancia. Gente como él tendrá cientos de egos disponibles. Yo también tengo emilios alternativos. Tú, ah lector dominical, también tendrás una buena docena por ahí. Nunca me he parado a contar de cuántos dispongo. Está el emilio que va a los bares y departe animosamente sobre fútbol con los amigos o el que escribe en el blog o el que enseña inglés en el colegio o el que echa la siesta en el sofá o el que escucha a Bill Evans o a Leonard Cohen o el emilio padre o hijo o esposo o amante. Me manejo bien con todos. Los voy usando a capricho. Ninguno es falso, pero igual ninguno es verdadero. Podríamos preguntarnos qué es verdadero y seguro que no llegamos a ninguna conclusión fiable. Se acoge a la verdad que yo ame a mis hijos o que cuide de mi salud o que desee vivir muchos años. Quizá ahí dentro esté esa esencia mía que no se deja embaucar por las circunstancias ni se malogra por injerencia del azar o de la voluntad ajena. A ver si avanza el domingo y me aclaro.