Leonardo da Vinci fue una de las personas más sabias y polifacéticas que han existido. Todo el universo –desde las alas de una libélula hasta la creación del mundo– fue el patio de recreo de su curiosa inteligencia.
Sin embargo, ¿tuvo Leonardo algún don místico o innato de clarividencia e invención, o fue su brillantez aprendida y ganada con el esfuerzo? No hay duda de que tenía una mente extraordinaria y una capacidad asombrosa para ver lo que otros no venían. Pero las seis mil páginas de notas y dibujos detallados presentan clara evidencia de un estudiante diligente y curioso, un perpetuo aprendiz en búsqueda laboriosa de sabiduría en constante exploración, cuestionamiento y prueba.
Para ser creativos es esencial expandir la mente. Por tanto, invertir con regularidad en oportunidades de aprendizaje es uno de los más grandes dones que puedes otorgarte.
EL HOMBRE MÁS TALENTOSO QUE JAMÁS HAYA EXISTIDO
Leo Rosten
Podía dibujar una hoja o una mano, un helecho o una roca, de tal manera que su contemplación pareciera un milagro. Nunca nadie igualó sus creaciones de luz y de sombra, o su genio para revestir una superficie plana con una escena de misterio hechizante. Sin embargo, para Leonardo da Vinci, creador de La Gioconda y La última cena, la grandeza artística era uno de sus atributos increíbles.
Leonardo da Vinci se dejaba cautivar por todo: la sonrisa de un bebé, el vuelo de las aves, el desfile de los planetas. Adoraba el rostro y las formas humanas, y bosquejó una cautivante galería de guerreros, brujas, ancianos y cuerpos con la piel despellejada, para revelar la arquitectura de los ligamentos y músculos.
Pero Leonardo era mucho, mucho más que un artista. Fue ingeniero, músico, arquitecto, cartógrafo y matemático. Fue astrónomo, botánico, zoólogo, geólogo y fisiólogo. Fue el primer hombre en hacer la impresión en cera del interior del cerebro, en considerar el uso del vidrio o modelos de cerámica para poder entender el funcionamiento del corazón y del ojo. Fue el primero en dibujar una representación exacta de un útero abierto (con un embrión dentro) y el primero en investigar por qué las hojas se distribuyen de la forma en que están alrededor del tallo.
En una de sus muchas libretas dibujó la figura de un varón dentro de un círculo, las piernas juntas, luego abiertas, los brazos estirados horizontalmente, luego en un ángulo de cuarenta y cinco grados. “El espacio entre los brazos extendidos de un hombre es igual a su altura”, reveló. “El centro del círculo moldeado por las extremidades de los miembros extendidos será el ombligo. El espacio entre las piernas… formará un triángulo equilátero.”
Fue el primer pensador y científico moderno, porque trató de descubrir las causas de las cosas por medio de la observación directa y la experimentación –no como hicieron la mayoría de los visionarios del sigo XV, en las palabras de las Sagradas Escrituras, en Aristóteles, en Tomás de Aquino. Él sostenía que la ciencia es “el conocimiento de todas las cosas posibles” y estuvo obsesionado por lo que llamó saper veder (“saber ver”).
Una de las cosas más extraordinarias acerca de Leonardo es que él asumía que era capaz de entender cualquier cosa. El universo entero, desde el ala de una libélula hasta la propia creación del mundo, fue el patio de recreo para su virtuosa inteligencia.
Antes que Copérnico, notó que el sol no se movía alrededor de la Tierra y que la Tierra era “una estrella, como la Luna”. Antes que Galileo, dijo que los objetos al caer aceleran su velocidad con la distancia, y sugirió que debería usarse “una gran lente de aumento” para estudiar la superficie de la Luna. Fue un pionero en óptica, en hidráulica, en la física del sonido y la naturaleza de la luz. Hizo notar que el sonido se mueve mediante ondas –lo que hace que si se tocan simultáneamente dos campanas de iglesia, una más lejos que la otra, se oyen por separado. Y, notando un lapso entre un destello de relámpago y el trueno, llegó a la conclusión de que la luz se desplaza más rápido que el sonido. En sus investigaciones en cuanto a la circulación de la sangre, fue capaz de describir la arteriosclerosis, ¡que atribuyó a la falta de ejercicio!
Pero eso no es todo. Mucho antes de la Revolución Industrial, en un mundo que no tenía ni siquiera destornilladores, creó una llave inglesa, trinquetes, cabrestantes, un torno y una grúa que podía levantar una iglesia entera. Diseñó un pistón que se movía por la presión del vapor y una cadena de rueda con engranajes que no se resbalaba. Inventó una transmisión diferencial que permitía que un carro tomara una curva con la rueda del interior moviéndose más despacio que la exterior.
Dibujó variedades innumerables de poleas, resortes, puentes portátiles, calles de dos niveles; un dispositivo para medir los cambios del clima; un “alimentador” automático para imprimir. Inventó cojinetes de rodillo y unas tijeras que abrían y cerraban con el movimiento de una mano; también esquís inflados con aire para caminar en el agua.
Fue el primer hombre en recomendar que el aire fuera utilizado como fuente de poder. Describió un motor de combustión interna, un dispositivo de aire acondicionado, un podómetro, un odómetro, un higrómetro. Hasta enumeró el coste y el beneficio de la fabricación en serie.
Este artista supremo, que llamó a la guerra “una locura bestial”, trabajó como ingeniero militar para César Borgia. Inventó una ametralladora, el tanque, el submarino. Creó el traje de buceo de hombre rana, el esnórkel, un buque de guerra con doble casco. (Podía mantenerse a flote después de que el caso exterior fuera dañado).
Siempre estuvo fascinado por el agua: las mareas del océano y las cascadas, las olas golpeando contra las rocas; una piscina silenciosa, un arroyo, un río. El describió cosas que ninguna otra persona había observado antes: que mientras la superficie de una laguna es movida por el viento, el fondo permanece quieto; que los ríos corren más rápido cerca de la superficie que cerca del fondo; que el agua nunca cambia de lugar por sí misma, excepto cuando desciende. Diseñó y supervisó la construcción de canales alrededor de toda la ciudad de Milán, una hazaña todavía elogiada por los ingenieros.
En ningún campo Leonardo era más audaz y original que en la aerodinámica: “Un ave trabaja de acuerdo a leyes matemáticas, lo que está dentro de la capacidad humana de reproducir”. Él dejaba que los pájaros enjaulados salieran para estudiar su despegue y la extensión de sus alas. Su vista era excepcional, porque vio y dibujó cosas que no eran visibles para la mayoría de los hombres –hasta que la fotografía de alta velocidad “paralizó” el movimiento.
En el siglo XV inventó el planeador. Y el paracaídas. Y el helicóptero. Describió el valor de los trenes de aterrizajes replegables y ruedas…
Leonardo nació en Vinci, cerca de Florencia, en 1452, hijo ilegítimo de un notario y de una muchachita campesina. Fue criado por su padre y su abuelo paterno. A una edad temprana mostró extraordinaria curiosidad y destreza excepcional por la música, la geometría y el dibujo. A los quince años, fue aprendiz del famoso pintor Verrocchio, a quien sorprendió con su habilidad magistral como dibujante y la belleza luminosa de su pintura.
“Era alto, garboso, muy fuerte”, afirmaba con admiración el artista contemporáneo Giorgio Vasari. Era también un fino esgrimista y un excelente jinete. Improvisó en la poesía, la cual cantaba con voz melodiosa con el acompañamiento del laúd que había hecho. Cuando tenía veintiocho años, Leonardo fue reconocido como el pintor más grande de su tiempo –un período que incluía a Miguel Ángel, Rafael y Botticelli.
También había un lado oscuro y reservado en Leonardo. Era intranquilo y temperamental, y tenía miedo a las multitudes.
Stephen Covey, “Grandeza para cada día”
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