Nota previa: El otro día hice una gracia en twitter metiéndome con Leonardo, y mi amiga virtual Lidia Romero (@LidiRome) me dijo entre risas: "Parece que lo odias todo". Me dolió, Lidia. Y me dolió porque tienes toda la razón. Aunque amo tantísimo tantas cosas y a tanta gente, sólo me sale la vena de ponerle piedrecitas (y petardos) a todo el mundo.
Por otra parte, otro amigo, Juan Carlos, de a+u arquitectos (@AmasUArquitecto), me animó a darle caña a Leonardo. Hombre, tampoco es eso.
Esta entrada, de nuevo veraniega y juguetona, va dedicada a ambos: a Lidia y a Juan Carlos. (Las ilustraciones van por Juan Carlos, conspicuo filatélico).
Todo el mundo adora a Leonardo da Vinci. Menos yo.
A ver, puntualicemos: Creo que Leonardo da Vinci es uno de los más grandes artistas que ha dado la humanidad.
Como dibujante es sublime, y como pintor le da una nueva dimensión a la pintura-pintura. (Quiero decir a la pintura entendida como luz y como atmósfera).
Leonardo es uno de esos escasos personajes que son patrimonio de todo el mundo, de todos los países.
Estos sellos son apenas una mínima muestra de lo que hay por el mundo.
Se puede hacer una amplia colección filatélica dedicada sólo a Leonardo da Vinci.
No sólo no tengo nada contra Leonardo, Lidia, sino que me parece uno de los artistas más grandes que ha habido en la historia. ¡Cómo dibuja! ¡Qué trazos más potentes o más dulces cuando quiere! ¡Qué precisión! ¡Qué potencia y qué delicadeza a la vez! ¡Sublime!
¿Entonces? ¿Qué de malo tengo que decir contra él?
Pues que era un enreda, un liante, un culo de mal asiento. Que quería experimentarlo todo y toquetearlo todo, y que iba ligando un desastre con otro.
Era el Pepe Gotera y Otilio de los frescos, el Manolo y Benito de las fundiciones, el desastre viviente. Más temible que un nublado.
Pero Leonardo, ¡estate quietecito!
Sí. Leonardo fue un gran artista, pero tenía un serio problema: Era un enreda.
Era un hombre curioso, eso sí, pero su imaginación de artista le jugaba malas pasadas. Lo que observaba de la naturaleza lo idealizaba poéticamente, y sus inventos, por muy ingeniosos que fueran, no funcionaban jamás porque no respondían a ese comportamiento ideal. Para inventar hay que ser muy imaginativo en lo que se pretende, pero muy sensato en cómo se pretende.
Vale: No siempre era culpa suya, pero siempre estaba inventando formas novedosas e imaginativas y nunca le salían bien. Todo se le estropeaba o se le torcía.
Todos los artistas, desde Altamira e incluso antes, han sido capaces de pintar en la pared. Menos Leonardo. Porque no lo podía hacer como todo el mundo. En La Batalla de Anghiari pintó al incausto en vez de al fresco. Pero las grandes dimensiones de la obra no permitían calentarla como se hacía habitualmente al incausto, y dispuso fogatas que abrasaban las partes más bajas mientras que las altas se iban cayendo.
Dejó la obra sin terminar y arruinada. Un desastre. Y una verdadera pena, porque al ver los bocetos nos imaginamos lo que pudo haber sido aquello.
Quiso hacer la estatua ecuestre de bronce más grande de la historia, pero no se podía fundir de una vez por lo grande que era, y al ir vertiendo sucesivas tandas de bronce líquido se iban enfriando las anteriores... Otro ingeniosísimo método inventado por él... y otro desastre.
¿Y lo de volar? ¡Pufff!
Por mucho que hubiera observado el vuelo de los pájaros, ¿pensaba que esas alas que diseñó eran suficientes como para mantener en el aire a una persona? ¿Y pensaba que una persona tenía suficiente musculatura pectoral y braquial como para batirlas? ¿Qué cálculos hizo, qué pruebas, qué razonamientos? Ninguno. Era mera intuición (mala), mera prueba y error. Prueba a voleo y error error error.
Yo diría que observó a un pájaro y dijo: "Vamos a probar", sin hacer ni una mínima reflexión, ni un ejemplo sobre cómo agitar los brazos y con cuanta fuerza.
Luego sí: Muchos dibujos, muchos dibujos; pero de mera elucubración. No de observación ni de proyecto.
Se cuenta que un ayudante suyo probó esas alas y, claro, se mató.
¿Y lo del paracaídas-sacacorchos?
Un dibujo muy sugerente, pero de ninguna manera un invento. (Y vaya mareo).
Y el caso es que su curiosidad no paraba: Navegación (submarinismo incluido), fortificación, armamento, gastronomía, agricultura, óptica, música... y todo mal. Todo desastroso.
Aviones que no volaban, barcos que no flotaban, submarinos que no se hundían...
La expresión "zapatero, a tus zapatos" es bastante ruin y miserable, y frena todo avance, todo progreso y toda experimentación. Pero que uno que no ha fundido nunca quiera saber más que un fundidor o que uno que no ha navegado nunca quiera saber más que un armador -aparta, que yo lo sé hacer mejor- y que vaya de sabelotodo, metiendo la pata siempre y sin escarmentar jamás, es de un "espíritu cuñao" que tira de espaldas.
Me molestan los endiosamientos incuestionables. Y me molesta aún más que a alguien que tiene virtudes tan notables se le ensalce en lo que tiene de malo. Hay que decir "no" de vez en cuando.
Leonardo da Vinci, repito, es uno de los personajes más notables de la historia de la humanidad, y uno de sus mayores artistas. Pero por todas partes se le celebra sobre todo como inventor, e inventor no era.
Iba a terminar diciendo que fue el peor inventor de la historia, pero a todo hay quien gane, y ahí tenemos a Julio Verne, que encima ni sabía dibujar.
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