Revista Cultura y Ocio

Leónidas I

Por Joaquintoledo

Sin embargo Herodoto cita que los aliados de Leónidas llegaron casi a los 4 mil siendo estos beocios y provenientes de otras ciudades aliadas o vasallas a Esparta (algunas fuentes citan hasta 7 mil soldados, y si bien no se conoce la cifra exacta, está claro que lo que se quiere aclarar es que Leónidas no estaba solo como la tradición occidental ha querido hacer ver). La cifra de 300 sin embargo ha pasado a la historia y ha servido para llevar a cabo películas y libros que resaltan el valor de un puñado de hombres frente a los invasores extranjeros, en pos de la protección de su patria. Respecto al enemigo, según Herodoto, la cifra de los persas ascendía a varios millones, sin embargo investigaciones modernas han determinado que los efectivos de Jerjes no debían superar los 200 mil. Como máximo se cree que todo el Ejército Persa contaba con 250 mil efectivos, de los cuales más del 50% tomaron parte, directa o indirectamente, del combate que estalló en las Termopilas.

La batalla de las Termopilas

Leónidas sabía muy bien que no podía confiar en las tropas no espartanas. Por otro lado los 300 valientes que sumaban todos sus compatriotas, tenían toda su confianza, sin embargo, había que ser realistas. Con Grecia aún alistándose o al menos indiferente, Esparta decide dejar a un lado sus diferencias con Atenas y entonces, al menos en un principio, envía a los 300 espartanos bajo las órdenes inmediatas de Leónidas. El gran líder, experto en combate al igual que todos sus compañeros, sabía muy bien que los ejércitos de Jerjes eran inmensos, y también reconocidos en todo el mundo. Sin embargo la falange griega contaba con escudos grandes, una armadura fuerte que no era necesariamente pesada y sobre todo lanzas extensas, las cuales serían mortales. Pero eso no era suficiente, pues en un enfrentamiento a campo abierto, los persas podrían aniquilarlos tranquilamente.
Como buen militar que era, Leónidas averiguó la marcha de los ejércitos de Jerjes I. Estos venían de arrasar cualquier resistencia aislada en el norte de Grecia y desde Tesalia a la Grecia central el camino más rápido para las tropas persas era atravesando el llamado desfiladero de las Termopilas (que vendría a traducirse como desfiladero “puertas calientes”). Era una zona donde el monte Eta formaba un acantilado contra el mar. Allí existía un desfiladero muy estrecho, el cual era el único camino en km a la redonda. Leónidas pensó inteligentemente que sólo bastaba coraje y habilidad para detener a los enemigos de Grecia, pues en un frente tan pequeño los números de Jerjes, por más grandes que fueran, no representarían una gran amenaza y serían insignificantes. De todas maneras lo importante era ganar el mayor tiempo posible. Según las fuentes, cuando los griegos ya estaban establecidos en sus posiciones, y los persas instalaron sus campamentos cerca al desfiladero, Jerjes decidió esperar alrededor de cuatro días, esperando que la razón de la que tanto se vanagloriaban los helenos, sea usada. Se dice que durante aquellos días de tenso silencio, el rey de reyes además envío mensajeros pidiendo “las armas” de los griegos, a lo que Leónidas respondió: “ven a buscarlas”. Sólo al quinto día, se atacó por fin a los defensores de las Termopilas, iniciando la batalla de nombre homónimo.
Es entonces cuando la falange griega comenzó una batalla decisiva en la historia. Los hoplitas, espartanos o no, se batieron con valor denodado una vez tras otra resistiendo las embestidas de un ejército que “ocupaba todo el horizonte a vista de los defensores”. No se precisan las cifras exactas de bajas durante los dos primeros días de combate, y si bien algunas fuentes citan que los griegos acabaron con la elevada cifra de 20 mil persas, muchos historiadores son más cautos y prefieren no especular acerca de ello, pues se caería en un serio eurocentrismo. Pero lo irrefutable es el rechazo de todos los ataques persas. Luego de haber enviado a su infantería, siguieron los arqueros, los cuales tampoco lograron tumbar la moral griega. Entonces Jerjes decide usar su mejor recurso, su as bajo la manga: nos referimos a los 10 mil Inmortales. Esta distinguida unidad lo conformaban los soldados de élite persas, los cuales recibían ese nombre, ya que, al caer uno era inmediatamente reemplazado por otro, por ello, su cifra nunca descendía. Sin embargo la confianza de los griegos era ya excesiva y Leónidas dijo: el rey persa tiene muchos hombres, pero ninguno es soldado”. El único temor en aquellos momentos para el rey espartano, era que los invasores se percaten que existía un pasaje en el desfiladero que permitiría rodear sus posiciones y atacar por la retaguardia, lo cual acabaría con la estrategia del estrecho, poniendo fin a la batalla mediante la rendición o la lucha hasta la muerte.
La falange griega y los inmortales combatieron por espacio de tres días más. Algunos señalan que fueron en total cinco días, contando el momento final. Resulta que un traidor y soplón, llamado Efialtes, cuyo nombre quiere decir “pesadilla”, mostró a los persas el famoso paso por el cual podrían cercar a los defensores. No pasó mucho tiempo antes de que los griegos se percataran de lo que habían descubierto sus enemigos. Entones Leónidas convocó a sus guerreros y también a los demás hermanos griegos que peleaban con él y manifestó su posición de que en Esparta no existía espacio para un retiro. Retroceder en su ciudad era una traición, y los sobrevivientes de sus 300 iniciales, decidieron morir allí fieles a la convicción para la que habían entrenado y vivido. La mayoría de griegos se retiraron y además de los espartanos, se quedaron alrededor de 2 mil aliados más. Se dice que sólo un soldado espartano se marchó junto con el resto de griegos en retirada, tanto para pedir ayuda, si es que esta llegaba a tiempo, y también para que no se olvide la gesta de Leónidas y los suyos.
La última orden de Leónidas a sus soldados fue: “desayunen bien porque hoy cenaremos en el infierno (Hades)”. Así entonces, luego de que Jerjes pida por última vez la rendición, y esta sea rechazada, se dio la embestida final en un ataque combinado de infantería y arqueros persas. Luchando hasta el final, fueron muriendo todos los espartanos. De los aliados griegos, sólo los tebanos se rindieron. Los últimos hombres de Leónidas se colocaron alrededor del cuerpo de su líder, evitando que los persas lo profanen.

Según dice la tradición, Jerjes, iracundo, ordenó cortar la cabeza del rey espartano y su cuerpo fue ultrajado. Sin embargo eso ya no importaba, pues la gesta de Leónidas y sus 300 espartanos pasaron a la posteridad como un hito, y ha sido el ejemplo fiel y noble de cómo los griegos amaban su libertad, ante la cual no dudaban en dar su vida. Un culto a Leónidas permaneció en Esparta hasta la era de los Antoninos. Luego de desaparecer, debido a la expansión del cristianismo, la literatura griega y su característico nacionalismo, jamás olvidó a los espartanos en las Termopilas. Actualmente existe un monumento en la nueva Esparta y también en la zona de las Termopilas en honor al rey que dio su vida por la patria. En su honor en el lugar de la batalla se colocaron estas inscripciones: “contra tres millones pelearon solo aquí, en este sitio, cuatro mil Peloponesios”. El otro era más especifico para los espartanos: “habla a los lacedemonios, amigo, y diles que yacemos aquí obedientes a sus mandatos”.


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