Hace unos días os hablábamos sobre los diferentes muros que tiene que afrontar un Runner durante su preparación para la Maratón. Pero esos “Muros cotidianos” no son territorio exclusivo de los maratonianos. Cualquier Runner que tenga el coraje y capacidad de sacrificio necesarios para llevar a cabo un Plan de Entrenamiento se enfrenta, también, a diario con muros invisibles en la forma pero pesados, rudos y difícilmente inquebrantables en el fondo. La pereza, la tristeza, el estrés, el cansancio, las dichosas molestias, el clima, un entreno duro… los muros cotidianos viven con nosotros, adquiriendo multitud de formas diferentes, agazapados en busca de su mejor oportunidad para aparecer y dejar nuestro cuerpo al merced de la pereza.
¿Cómo luchar contra estos muros cotidianos? Lo primero, un consejo práctico y recurrente en nuestro blog: planifica un Plan de Entrenamiento acorde con tus posibilidades físicas, familiares y laborales que incluya variedad en la intensidad y en los ejercicios.
Lo segundo, un consejo más personal y emocional que a mi me funciona el 99% de las ocasiones, “les doy 30 minutos”
Los días con sueño anormalmente exagerado , los días que duelen las patas de “atracones” anteriores, los días que no hay ganas, los días que hace frío … son muchos los días que amanecen con algún muro cotidiano en su mochila buscando en mi pereza su victoria más valorada, yo a esos días “les doy 30 minutos”. Independientemente del entrenamiento que tenga programado para este tipo de días raros donde me levanto con el muro por montera sin hacerme mucho caso me visto de Runner y salgo a la calle con el único propósito de estar 30 minutos corriendo.
Corriendo a un ritmo lento, muy lento. Un ritmo que no me permita mucho esfuerzo y permita a mi cerebro dedicar ese tiempo a generar ideas o pensamientos productivos mientras escucho (importante matiz) algo de música en la radio. Ese correr pausado permite a mi cuerpo despertar poco a poco enviando desde mi cerebro,de forma tranquila y ordenada, las instrucciones precisas para moverme. Ese correr pausado permite a mi corazón despertar, también, de forma tranquila y relajada como esos domingos de las películas donde al despertar tienes el café recién hecho y el periódico de la mañana preparados en la mesa.
Habitualmente al pasar de los veinte minutos mi cerebro, músculos y corazón ya se encuentran a plena disposición para afrontar el entreno programado. Si son series ese ritmo lento me ha permitido realizar un buen calentamiento, si es un rodaje progresivo es el momento para ir aumentando el ritmo y si es un rodaje largo eso que tengo adelantado.
Pero, ¿y si se da la circunstancia que llego al minuto treinta y el muro sigue ahí? Pues un poco de técnica de carrera, unos buenos estiramientos y para casa con la satisfacción de al menos haberlo intentado y treinta minutos más para el saco de las estadísticas.