Foto Dawn.com
El Mundial de Sudáfrica demostró lo que muchos ya sabían desde cuatro años atrás. El fútbol francés había perdido el rumbo. En tierras africanas, en el seno de la concentración “bleu”, hubo de todo menos fútbol. Desde motines hasta invitaciones a “tomar por culo” dirigidas al, por aquél entonces, seleccionador nacional francés. Pero todo empezó años antes. El Mundial de Alemania 2006, fue lo peor que le pudo pasar al fútbol galo. Llegaron a una final en la que nadie les esperaba, de la mano de uno de los mejores jugadores de todos los tiempos Zinedine Zidane. Tras esto, ratificación del cuerpo técnico y debacle. Dos años más tarde arrancaba la época post-Zinedine con la polémica lista del astrólogo Domenech para la Eurocopa. “No me gustan los escorpio, los cáncer, ni los libra, no son beneficiosos para el grupo”, llegó a decir. Y bajo esa premisa lanzó su lista. Eso sí, mientras Zidane (Cáncer) estaba en activo, lo pasaba por alto. Supongo que hubiera hecho lo mismo con Pelé (Libra), Maradona (Escorpio) o Di Stefano (Cáncer). Nunca lo sabremos. Lo que quedó claro es que aquello abrió una brecha difícil de entender para los futbolistas que se quedaron fuera de la Eurocopa 2008 y para muchos de los que viajaron al campeonato. Pero sobre todo, para el aficionado.
Francia cayó en primera fase con unas técnicas y tácticas de entrenamiento y motivación fuera de lo común. A esto se le unió la guerra abierta del míster galo con la prensa, a la que despreciaba con sus declaraciones post-partido (a todos menos a su, a día de hoy, esposa, a la que le pidió matrimonio en directo el día que Francia caía eliminada).
La sorpresa llegó con la nueva ratificación de Domenech, que llegaba al Mundial de Sudáfrica con sus ideas por montera. Prolongó la agonía de un fútbol galo que se vió sumido en la polémica más triste del fútbol moderno. Anelka, Evra, Ribery y compañía no es que perdieran la confianza en la calidad de Domenech, es que le perdieron el respeto. Y actuaron en consecuencia.
Tras aquel triste episodio, Domenech dejó pasó a un campeón del mundo y de Europa. La esperanza gala personificada en un hombre de talante tranquilo y que había demostrado con el Girondins, conocer los cáminos del éxito en el fútbol moderno. Laurent Blanc cogía las riendas de la selección francesa con el objetivo de renovarla y devolverla a lo más alto del fútbol mundial.
La desilusión, con los cambios (como ocurre siempre en el fútbol) se esfumó y el grupo de jóvenes que entró en las convoctorias francesas, respondía. El cambio generacional era un hecho y Francia tenía posibilidades reales de volver a despegar…
Y de repente, cuotas
En noviembre se reunió la plana mayor del fútbol francés, en una cumbre en la que se coló una grabadora.
“Actualmente, los grandes y potentes son los negros. Es así. Es un hecho. En los centros de formación, en las escuelas de fútbol hay muchos. Si se sienten franceses y quieren jugar en el equipo nacional, a mí me parece bien. Pero creo que hay que buscar otros criterios, modificados respecto a nuestra propia cultura e historia”.
Esta frase de Laurent Blanc desató la tormenta. La Federación Francesa se planteaba imponer cuotas sobre el número de africanos con doble nacionalidad que pudieran formarse en sus centros.
“Lo ideal es decir, pero no oficialmente, que no cogemos a más de tantos críos susceptibles de cambiar “, indicaba durante el encuentro Blaquart, director técnico de la federación. Acto seguido Blanc apuntaba “Tenemos la impresión de formar al mismo prototipo de jugadores: grandes, fuertes, potentes. ¿Quiénes son ahora mismo los grandes, fuertes, potentes? Los negros. Hay que centrarse, sobre todo para los chicos de 12, 13 o 14 años, en buscar otros aspectos. Los españoles me han dicho: Nosotros no tenemos ese problema. No tenemos negros”.
Blanc ha sido ratificado en su puesto, en una maniobra que carece de sentido. Haga lo que haga el seleccionador, el pueblo galo ya no está de su lado. Y eso, para una selección, es sinónimo de agonía y presión: dos de los principales síntomas que enfermaron a la Francia de Domenech.
Vieira, Thuram, Desailly, Djorkaeff, Zidane…todos ellos despertaron la admiración del planeta con el gallo en el pecho. Todos ellos, de origen africano. Hoy, Benzemá, Cissokho, Nasri, Sissoko, Ben Arfa o Remy, parecen piezas fundamentales para el futuro del fútbol galo. Los ídolos de los niños en territorio francés. Un futuro que, tras este último escándalo, parece teñirse de negro para esos Enfants de la Patrie… pero como dice la Marsellesa “Si mueren nuestros héroes, la propia Francia produce y crea nuevos héroes”…
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