Revista Cine
Directora: Claire Denis
Con "Les Salauds" llegamos al final de esta retrospectiva en dos tandas dedicada a la obra de Claire Denis. Su última película, "Un bello sol interior" (que se estrenó por acá, en El Biógrafo, aunque me lo perdí, maldita sea), quedará para más adelante, y hasta quizás me lea el texto de Roland Barthes en el que se basa, quién sabe si la mente me da para semejante tarea (no me considero muy listo que digamos). "Les Salauds" también la anduvieron dando por acá, ya no recuerdo dónde; en esa ocasión me la perdí a propósito porque con suerte había visto una película de Claire Denis. A veces soy así, ja, ja. "Les Salauds" también la vi en la noche, afortunadamente con pleno silencio y una brisa relativamente fresca que parecía confabularse con la película misma para generar una afilada pesadumbre y cierto oscuro escalofrío en la piel, recorriendo la espalda como un río que se ramifica en miles de palpitantes y densas venas.
Claire Denis en su mejor terreno (con permiso de "Chocolat", la excepción a la regla): los laberintos urbanos, grises y a veces enmohecidos recovecos de asfalto y cemento que semejan el putrefacto conducto interior de los hombres, más que nunca en "Les Salauds", cuyo leitmotif parece ser el constante y empinado descenso hacia un absoluto pozo de vacío y deshumanización, ahí en donde la verdad, y por qué no, la esperanza y la inocencia, mueren asfixiadas y aplastadas por el peso de las peores pasiones humanas. Y Claire Denis te golpea dos veces. Comenzamos la película como una especie de lucha contra la impunidad y la corrupción de los poderosos, de los adinerados, en tanto el excelentísimo Vincent Lindon parece decidido a cobrar venganza en contra del hombre, un empresario con pinta de mafioso, sospechoso de haber violado o agredido sexualmente a su sobrina y de haber empujado, amén de sus cuestionables métodos de negocio, al padre de ésta, es decir el cuñado del protagonista, al suicidio, dejando a hermana y sobrina totalmente desamparadas y desesperadas. Así las cosas, Lindon se muda al mismo edificio en donde vive el hombre, su esposa y su hijo, y comienza un romance con la mujer, interpretada por Chiara Mastroianni, seguramente con la intención de destruir al sospechoso desde el núcleo mismo de su vida: la familia. Y, como digo, "Les Salauds", mientras Lindon avanza en su romance y en las pesquisas del caso, intentando encontrar las pruebas que demuestren la culpabilidad exacta del sospechoso, se desarrolla como un noir en donde el protagonista, cínico y moralmente ambiguo, transita por las cloacas del sistema para derribar a los titanes del dinero y del poder que todo lo ampara, ¡sin embargo!, más o menos en el último tercio del relato, Denis nos sorprende con un giro que no sólo es inesperado, sino que cambia por completo la lógica de la película, obligándonos a re-evaluar las acciones y las motivaciones del protagonista y, especialmente, de los demás personajes. En principio este giro no me gustó mucho, porque me daba la impresión que contradecía la narrativa previa del relato, pues a la luz de esta oscura y perversa revelación, queda claro, en primer lugar, que el protagonista tiene mucho menos poder del que aparentaba y que su búsqueda no es más que un cruel sinsentido del destino (destinado a terminar en un callejón sin salida: destinado a perder, fracasar), y después, que la justicia, la nobleza y la verdad nunca existieron en esta película plagada de relaciones únicamente sustentadas en el dinero, en lo material, en las apariencias, en los intereses cruzados: último refugio de personajes frágiles que sólo parecen conocer el daño mutuo, que no parecen conocer el amor salvo cuando éste está perdido. Pero luego pienso, demonios, ahí está el fuerte de la película, y uno queda con una pesada sensación de desazón y desconsuelo, pues la única verdad es que al final sólo puede triunfar el poder del dinero, la ilusión de seguridad y estabilidad; que lo más importante es arreglárselas como sea, aún así se deba vender la dignidad propia y ajena, y que sólo el más fuerte podrá permanecer vivo en esta jungla de deudas, favores y negocios ocultos, siempre y cuando no se deje condenar por eso ya tan anticuado que es el honor y la ética.
El mismo Vincent Lindon comprueba que, peor que no ser un héroe, es ser la marioneta de repudiables bastardos o canallas (elijan la traducción) movidos por la codicia y el egoísmo.
Por lo demás, con "Les Salauds" confirmo que Claire Denis ha ido dejando de lado esa poética sensorial o sensitiva, el verdadero motor narrativo de sus mejores películas (en donde las premisas argumentales eran excusas para sumergirnos en estos mundos apasionados, marginales, abandonados, soñadores), para ajustarse a estructuras más delimitadas y atmósferas más concretas, para hablar de temas más acotados. (Todo esto no lo digo como crítica, al menos con esta película, que es de las buenas de la directora). En el presente caso, sin dejar totalmente de lado esa imagen sensual, sí vemos que tanto argumento como atmósfera apuntan directamente a una decadencia irreversible e irrevocable, a la generación de un hedor ambiental que se acentúa con el correr de los minutos, a la revelación que dinamita los pocos cimientos de luz que lograban colarse en este negro entramado: a la putrefacción total. Hasta el sexo es brutal, áspero, sucio, hiriente, y Denis nos muestra sin tapujos la cara de este punzante anti-erotismo.
Gran película, y sí, es de las mejores películas dirigidas por Claire Denis, junto a las radiografías urbanas ("S'en fout la mort"; "J'ai pas sommeil"; "Vendredi soir"; "35 Rhums"), esa exquisitamente cruda revisión vampírica ("Trouble Every Day") y aquella delicada obra de arte que es "Chocolat". Siete películas entre lo mejor, a la espera de "Un bello sol interior". Espero que pasen a ser ocho.
Hasta la próxima, Claire Denis......desconfíen de todos...