El pasado domingo 3 de octubre tuvo lugar en mi ciudad el concurso bienal de torres humanas: los “castells”. Son esas construcciones de gente, unos en los hombros de otros, hasta alcanzar nueve o diez pisos, en un desafío a la ley de la gravedad. Es una práctica tradicional, festiva, no exactamente un deporte, aunque cada dos años se organiza una competición. Los castells son ahora patrimonio inmaterial de la UNESCO. Las torres humanas se hacen de manera que los pisos superiores los forman individuos más ligeros, y el cúmulo, lo que llaman “el pomo de arriba”, son niños pequeños. Desde el último piso hasta el suelo puede haber, bien bien, 15 metros. Como en ocasiones la construcción no se mantine y cae, la posibilidad de hacerse daño es un riesgo asumido por los participantes.
Para los forasteros, o la gente que contempla el espectáculo por primera vez, que niños pequeños suban a esas alturas arriesgándose a una caída, puede ser sorprendente y preocupante. Hace unos años que las organizaciones de “castellers“, las “colles” ya decidieron dotar a los más pequeños de cascos para la protección de sus cráneos. Un par de estudios realizados por pediatres y fisioterapeutas recogen la evidencia de que, a pesar de que las torres a veces caen, las lesiones son escasas. De hecho, comparadas con otras prácticas deportivas infatiles, son menos en número y gravedad.
En los castells, como en el futbol o el atletismo infantil existe el riesgo de lesiones que, aunque pueden variar desde rozaduras y contusiones leves hasta lesiones cerebrales y de la médula espinal, la mayoría están en algún lugar entre esos dos extremos. Algunos de los tipos más comunes de lesiones son:
Torceduras y esguinces, roturas fibrilares, por trauma directo.
Lesiones en las placas de crecimiento, lesiones por movimientos repetitivos, como fracturas de estrés y tendinitis por el efecto sumatorio de esfuerzos repetidos.
Problemas relacionadas con el calor, como la deshidratación o el golpe de calor.
Los niños no van a ser siempre conscientes del riesgo a que se someten, y por ello es esencial que los adultos, monitores, entrenadores, maestros, etc., estén pendientes y alerta para prevenir los efectos indeseables de la actividad física.
Pero a fuer de honesto y en el mundo actual, si algo resulta preocupante de la actividad física de los niños, hoy día, es su escasez o ausencia. Mejor unos cuantos porrazos y caídas que la obesidad, el sobrepeso y la falta de agilidad en los niños.
X. Allué (editor)