Publicado el 12 octubre, 2011 por juanmartorano Mercedes Chacín
Cuando Carlos Andrés Pérez (CAP) conquistó su segunda presidencia la socialdemocracia estaba de moda entre los izquierdistas de aquí y de más allá. Caído el muro de Berlín, desaparecida la Unión Soviética e hiper- comprobado el fracaso de “socialismo real” muchos buscaron acomodo en ideologías o tendencias más acordes con el mundo “global”, con el imperio “global”, con el neoliberalismo. Fue así como Felipe González y el gocho de Rubio se hicieron figuras prominentes de la Internacional Socialista, una agrupación que buscaba algo así como: “ni socialismo real ni capitalismo, olvidemos la igualdad, los pobres siempre seguirán siendo pobres pero ayudémoslos a vivir un poquitín mejor y así expiaremos nuestras culpas”. Pura filantropía, pues.
La perdida década de los 80 finalizó con el gocho como presidente de Venezuela, pero poco después de anunciar el paquete neoliberal de medidas económicas comenzó su debacle política, con una rebelión civil y dos rebeliones militares. Su política de Estado fue cuestionada y salió de la presidencia gracias a un antejuicio de mérito y a una soledad política que lo inundó y casi lo ahoga. Fue traicionado por sus amigos y por su partido, que vio un chance enorme de hacer leña del líder del Tercer Mundo caído.
Contado así CAP parece un genio de la política traicionado por los suyos. Pero su biografía está indiscutiblemente ligada a una sostenida política de Estado que irrespetó y violó los derechos humanos en todos los gobiernos de la democracia representativa que sumó más de tres mil desaparecidos en cuatro décadas. Su trayectoria está vinculada a lo bueno y lo malo de esta etapa de nuestra historia que lo vincula a crímenes políticos, entre los que podemos mencionar: Heriberto Cartagena, desaparecido en 1964; Víctor Soto Rojas, de- saparecido en 1964; Donato Carmona, dirigente sindical del PCV asesinado en Cachipo en 1965; Alberto Lovera, dirigente del PCV, asesinado en 1965; Jorge Rodríguez, dirigente Liga Socialista torturado y asesinado en 1976 durante la primera presidencia de CAP y una larga lista de las víctimas del Caracazo cuando ordenó a la Fuerzas Armadas disparar contra el pueblo.
Cuando, luego de una “penosa” disputa familiar, CAP fue finalmente enterrado en Venezuela indignan los intentos por ignorar su historia policial, que llenó de dolor a miles de hogares en Venezuela. Pero sobre todo sorprende la desvergüenza de quienes ayer lo expulsaron de su partido y hoy hacen templetes y sepelios animados por “cadáveres insepultos” de la política. Sorprende tanta hipocresía televisada, de quienes, ellos sí, siempre han pretendido manipular y cambiar la historia. Y pretendieron enterrarla con CAP pero la historia, como los espíritus buenos, siempre se queda entre los vivos.
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