carolachavez.wordpress.com Señora, sí, es con usted, sí, no disimule que yo la veo cada semana llegar del Pdval, con sus bolsas a reventar de comidita buena y, sobre todo, con sus dos pollos gordotes. Esos que el en supermercado le cuestan el doble de lo que usted pagó. Sí, mi estimada, el dos por uno pollístico de este comunismo que nos está matando… Matando la pelazón. Le decía, mi amiga, a propósito de sus pollos, ¿ha pensado usted en ellos, en su pechuga doradita, en la cara de sus niños cuando le hincan el diente…? ¿Ha pensado usted cuánto le costará ese pollo si el candidato que usted apoya, sí, sí, el del autobús del progreso, el del plan de gobierno doble faz que dice una cosa para afuera y por dentro promete miseria, pero no para todos? Porque debe usted saber, mi querida vecina, que el progreso, así como la miseria, no puede ser para todos. De hecho, no hay progreso sin miseria, y debe usted saber a quién le toca cada cosa cuando el rico es quien reparte. Fíjese usted cómo ellos mismos lo explican, en susurros, en oficinas cerradas, donde se prometen destruir lo que a usted le prometen, no sólo conservar, sino mejorar… En su caso sus pollos… Su Pdval… ¿Que la “libertad” vale más que todos los pollos gordotes del mundo? Hablemos de libertad, pues, porque esa es una cosa seria: mire usted que la libertad empieza por tener acceso, porque sin acceso a las cosas importantes, vitales, como el pollo que alimenta a sus hijos, como el CDI donde trataron los cálculos renales de su esposo, como la Sala de Rehabilitación Integral donde su mamá, abuelita abnegada, recupera la movilidad de su brazo después de esa mediomatada que se dio en el centro comercial, como el colegio de sus muchachitos –Canaimita included– la pensión de su papá… Libertad es, mi querida vecina, que usted no tenga que encadenarse en una tarjeta de crédito que a su vez se encadena a otra y a otra y a otra, para cubrir los gastos que generan el ejercicio de sus derechos, porque sepa usted, mi amiga, que la salud es un derecho, por más que algunos miserables insistan en que es un negocio; lo mismo que la educación, que su casa, el techo de sus hijos, ese que pudo tener gracias al empeño del Gobierno de domar la ambición enferma y enfermante de lo que, por no delatar culpables, se ha dado por llamar “sistema financiero”. En fin, vecina mía, madre de los amiguitos de mis hijas, compañera… Sí, compañera, porque tú y yo, por mucho que te niegues a verlo, queremos más o menos las mismas cosas: que nuestros niños coman, estudien, y estén sanitos, que nosotros, sus papás y mamás podamos trabajar tranquilos, que los abuelos disfruten de su vejez con sus hijos y sus nietos… Lo demás es bisutería, vecina, porque no todo el progreso que brilla es oro. Saque su cuenta, mi amiga, súmele a los pollos, las consultas médicas, las terapias, los intereses hipotecarios liberados, las cuotas balón… Réstele el carro familiar, las Canaimitas, la pensión del abuelo, los viajes de vacaciones, los “gusticos” que tanto te gustan… Saque bien su cuenta, vecina, y calcule bien lo que bota a la hora de votar. 01/09/12
Revista América Latina
Posted on 1 septiembre, 2012 by juanmartorano
CAROLA CHÁVEZ
carolachavez.wordpress.com Señora, sí, es con usted, sí, no disimule que yo la veo cada semana llegar del Pdval, con sus bolsas a reventar de comidita buena y, sobre todo, con sus dos pollos gordotes. Esos que el en supermercado le cuestan el doble de lo que usted pagó. Sí, mi estimada, el dos por uno pollístico de este comunismo que nos está matando… Matando la pelazón. Le decía, mi amiga, a propósito de sus pollos, ¿ha pensado usted en ellos, en su pechuga doradita, en la cara de sus niños cuando le hincan el diente…? ¿Ha pensado usted cuánto le costará ese pollo si el candidato que usted apoya, sí, sí, el del autobús del progreso, el del plan de gobierno doble faz que dice una cosa para afuera y por dentro promete miseria, pero no para todos? Porque debe usted saber, mi querida vecina, que el progreso, así como la miseria, no puede ser para todos. De hecho, no hay progreso sin miseria, y debe usted saber a quién le toca cada cosa cuando el rico es quien reparte. Fíjese usted cómo ellos mismos lo explican, en susurros, en oficinas cerradas, donde se prometen destruir lo que a usted le prometen, no sólo conservar, sino mejorar… En su caso sus pollos… Su Pdval… ¿Que la “libertad” vale más que todos los pollos gordotes del mundo? Hablemos de libertad, pues, porque esa es una cosa seria: mire usted que la libertad empieza por tener acceso, porque sin acceso a las cosas importantes, vitales, como el pollo que alimenta a sus hijos, como el CDI donde trataron los cálculos renales de su esposo, como la Sala de Rehabilitación Integral donde su mamá, abuelita abnegada, recupera la movilidad de su brazo después de esa mediomatada que se dio en el centro comercial, como el colegio de sus muchachitos –Canaimita included– la pensión de su papá… Libertad es, mi querida vecina, que usted no tenga que encadenarse en una tarjeta de crédito que a su vez se encadena a otra y a otra y a otra, para cubrir los gastos que generan el ejercicio de sus derechos, porque sepa usted, mi amiga, que la salud es un derecho, por más que algunos miserables insistan en que es un negocio; lo mismo que la educación, que su casa, el techo de sus hijos, ese que pudo tener gracias al empeño del Gobierno de domar la ambición enferma y enfermante de lo que, por no delatar culpables, se ha dado por llamar “sistema financiero”. En fin, vecina mía, madre de los amiguitos de mis hijas, compañera… Sí, compañera, porque tú y yo, por mucho que te niegues a verlo, queremos más o menos las mismas cosas: que nuestros niños coman, estudien, y estén sanitos, que nosotros, sus papás y mamás podamos trabajar tranquilos, que los abuelos disfruten de su vejez con sus hijos y sus nietos… Lo demás es bisutería, vecina, porque no todo el progreso que brilla es oro. Saque su cuenta, mi amiga, súmele a los pollos, las consultas médicas, las terapias, los intereses hipotecarios liberados, las cuotas balón… Réstele el carro familiar, las Canaimitas, la pensión del abuelo, los viajes de vacaciones, los “gusticos” que tanto te gustan… Saque bien su cuenta, vecina, y calcule bien lo que bota a la hora de votar. 01/09/12
carolachavez.wordpress.com Señora, sí, es con usted, sí, no disimule que yo la veo cada semana llegar del Pdval, con sus bolsas a reventar de comidita buena y, sobre todo, con sus dos pollos gordotes. Esos que el en supermercado le cuestan el doble de lo que usted pagó. Sí, mi estimada, el dos por uno pollístico de este comunismo que nos está matando… Matando la pelazón. Le decía, mi amiga, a propósito de sus pollos, ¿ha pensado usted en ellos, en su pechuga doradita, en la cara de sus niños cuando le hincan el diente…? ¿Ha pensado usted cuánto le costará ese pollo si el candidato que usted apoya, sí, sí, el del autobús del progreso, el del plan de gobierno doble faz que dice una cosa para afuera y por dentro promete miseria, pero no para todos? Porque debe usted saber, mi querida vecina, que el progreso, así como la miseria, no puede ser para todos. De hecho, no hay progreso sin miseria, y debe usted saber a quién le toca cada cosa cuando el rico es quien reparte. Fíjese usted cómo ellos mismos lo explican, en susurros, en oficinas cerradas, donde se prometen destruir lo que a usted le prometen, no sólo conservar, sino mejorar… En su caso sus pollos… Su Pdval… ¿Que la “libertad” vale más que todos los pollos gordotes del mundo? Hablemos de libertad, pues, porque esa es una cosa seria: mire usted que la libertad empieza por tener acceso, porque sin acceso a las cosas importantes, vitales, como el pollo que alimenta a sus hijos, como el CDI donde trataron los cálculos renales de su esposo, como la Sala de Rehabilitación Integral donde su mamá, abuelita abnegada, recupera la movilidad de su brazo después de esa mediomatada que se dio en el centro comercial, como el colegio de sus muchachitos –Canaimita included– la pensión de su papá… Libertad es, mi querida vecina, que usted no tenga que encadenarse en una tarjeta de crédito que a su vez se encadena a otra y a otra y a otra, para cubrir los gastos que generan el ejercicio de sus derechos, porque sepa usted, mi amiga, que la salud es un derecho, por más que algunos miserables insistan en que es un negocio; lo mismo que la educación, que su casa, el techo de sus hijos, ese que pudo tener gracias al empeño del Gobierno de domar la ambición enferma y enfermante de lo que, por no delatar culpables, se ha dado por llamar “sistema financiero”. En fin, vecina mía, madre de los amiguitos de mis hijas, compañera… Sí, compañera, porque tú y yo, por mucho que te niegues a verlo, queremos más o menos las mismas cosas: que nuestros niños coman, estudien, y estén sanitos, que nosotros, sus papás y mamás podamos trabajar tranquilos, que los abuelos disfruten de su vejez con sus hijos y sus nietos… Lo demás es bisutería, vecina, porque no todo el progreso que brilla es oro. Saque su cuenta, mi amiga, súmele a los pollos, las consultas médicas, las terapias, los intereses hipotecarios liberados, las cuotas balón… Réstele el carro familiar, las Canaimitas, la pensión del abuelo, los viajes de vacaciones, los “gusticos” que tanto te gustan… Saque bien su cuenta, vecina, y calcule bien lo que bota a la hora de votar. 01/09/12