Mal vamos. Tengo reseñas atrasadas y una gran montaña de letras en mi mesita de noche. Poco a poco, tras los exámenes, voy volviendo a la blogosfera. La obra de hoy la he leído en un santiamén. Es una de las grandes apuestas de Bruño para este verano, lleva por nombre Skeleton Creek y su autor es Patrick Carman.
Fantasmas y sociedades secretas. ¿Buena combinación? Sí. Pero vayamos por partes. Ryan está en cama. Tiene la pierna hecha polvo. Tuvo un accidente en una excursión nocturna que hizo con su mejor amiga, Sarah, a la draga. La draga no es otra cosa que una máquina instalada en las afueras de Skeleton Creek, nombre del pueblo del que son ambos y cuya traducción es Arroyo del esqueleto(Lo sé, yo tampoco viviría en un sitio que llevase ese nombre).
¿Qué hacían allí? Todo comienza porque los protagonistas, en especial la chica, son unos culillos de mal asiento, vamos que cada dos por tres están metidos en líos. Esta vez, deciden investigar las razones que llevaron a poner ese nombre al pueblo. Creen que hay algún motivo oscuro y que el gran aparato del bosque tiene algo que ver.
Así que una noche deciden ir a la draga por si descubren algo… y lo que graba la cámara de Sarah los deja boquiabiertos. ¿Existen losfantasmas? Parece que sí y lo peor es que buscanvenganza.
A partir de ahí los jóvenes van uniendo las piezas de un gran puzle en el que todos los habitantes de Skeleton Creek parecen estar implicados. Los dos investigan pero por separado ya que tras la aventura en la que casi pierde la vida Ryan los padres de los chicos les han prohibido verse. ¿Cómo se comunican? Mediante los correos electrónicos y los vídeos.
La identidad del espíritu enfadado no es ningún misterio pues desde el principio sabemos quién es pero no qué quiere. Se trata de Joe Bush un trabajador de la draga que falleció al enredarse su pantalón en el engranaje de la máquina.
Me ha resultado entretenida aunque reiterativa pues Ryan recopila los hechos una y otra vez. Los personajes no sufren evolución alguna y todo gira en torno al pueblo. En cuanto a los escenarios, aparecen pocos pero la verdad es que no hacen falta más para el desarrollo de la trama.
Se lee de una sentada y está bien escrita. Cuando la recibí me llevé una grata sorpresa. Me encantó la presentación. La obra venía en una fundita parecida al cartoncito de las cintas de vídeo, esas que tenemos por casa pero que ya no usamos. También incluye, en vez de un separador, una postal cuadrada acorde con la historia.
Se supone que el libro es un diario, el de Ryan, así que su interior tiene forma de tal. Todo el texto está escrito en mayúsculas y la tipografía imita la personal. Al inicio de cada capítulo hay dibujos y cada vez que comenzamos uno podemos ver un vídeo que hay colgado en una Web. En total son nueve. ¿Los mejores? Bajo mi punto de vista el segundo y el último.
El primero porque consiguió que saltase de la silla a pesar de que sabía lo que vendría; el segundo porque da pie a la continuación. Admito que creí que me iba a asustar, siempre he sido algo miedica, pero no. Es apto para cardiacos.
Aplaudo la iniciativa del escritor y de la editorial. Es una apuesta arriesgada pero creo que en un futuro habrá más letras que vayan cogidas de la mano de lo audiovisual (yo es la primera que leo-escucho-y-veo) y me alegra. En fin, ya sabéis, en este caso no nos encontramos un To Be Continued al final de las páginas sino un Batería baja de la cámara hasta… la próxima parte. ¡Saludos devorador@s!
Agradecimientos Bruño